En unas pocas horas un nuevo animal será alanceado en Tordesillas. La tradición frente al dolor y la muerte de un ser vivo. La cultura, el arte y todas esas cosas que se presentan como justificaciones para el asesinato de un animal, porque esa es la esencia de este evento, la glorificación de la muerte desde el ejercicio de un combate aparentemente igualado, aunque claramente desigual, que pretende ejemplificar el dominio del ser humano sobre la naturaleza, pero en el que uno de los invitados, el que da sentido a esta barbarie, no está voluntariamente y cuyo final está escrito desde el mismo momento en que sale de los toriles. Sus defensores son incapaces de vivir estos hechos desde el pellejo del que sufre estrés, dolor, desconcierto, muerte porque si lo hicieran no tendrían argumentos para defenderlo. Mañana se levantarán muy pronto y se acercarán al recorrido por el que Vulcano huirá de lo que para él es el terror incomprensible y gratuito y para otros una fiesta, el no va más. Si miraran verían cómo la vida se le escapa a Vulcano en cada respiración, en su mirada perdida buscando un inexistente hueco por dónde escapar sin saber que cada uno de sus pasos le dirigen a una muerte absurda y cruel. Pero no lo harán, por el momento. Es su tradición, su fiesta y esta simpleza es suficientemente poderosa para defenderla frente al dolor de un ser que en el fondo no les importa. Es solo un pretexto para la diversión, la adrenalina, el límite entre la vida y la muerte tan atractivo. Mañana morirá Vulcano y la vida seguirá igual para muchos tordesillanos, triste, pobre y decadente como la de muchos otros españoles, pero contando los días que faltan hasta que dentro de un año puedan celebrar de nuevo su fiesta de dolor y sangre. Como si nada hubiera cambiado en los últimos siglos.
ACTUALIZACIÓN 18/09/13:
El orgullo de un pueblo, la vergüenza del mundo.