Libres de imposturas

El estado español es cómplice de los crímenes cometidos por el estado de Israel. El presidente español Pedro Sánchez pidió dar pasos urgentes hacia un alto el fuego duradero mientras su gobierno, al igual que los gobiernos anteriores con presidentes populares y pesoistas, han vendido armas a Israel. Según datos de Amnistía Internacional, en el primer semestre de 2023 el Gobierno español autorizó 22 licencias por valor de 44 millones de euros. Un estado, que ha practicado el apartheid contra el pueblo palestino, que ha agredido, torturado, asesinado y oprimido a miles de personas a lo largo de décadas, ha sido armado por los países occidentales que ahora le dicen que deje de asesinar y masacrar a la población palestina. Más de 22.000 palestinos y palestinas han muerto bajo las bombas y el fuego indiscriminado en los últimos tres meses. Cerca del 70% ha tenido que huir de sus casas, de sus barrios, de sus ciudades. La impostura del mundo occidental tiene estos resultados. Frente a las cámaras de televisión condenamos la violencia y los asesinatos y detrás de las puertas de La Moncloa, del Palacio del Elíseo o del Palacio de Belleveu se firman contratos millonarios que proveen de armamento y material militar al ejército que asesina y masacra a la población palestina.

El negocio de las armas mueve demasiado dinero como para renunciar a ello. No hay ningún país occidental que lo haya hecho. Suiza exportó material bélico por valor de 742,8 millones de francos suizos (801 millones de dólares) a 67 países en 2021. En el año 2017, Francia, Alemania, el Reino Unido, España e Italia figuraban entre los diez países principales exportadores de armas. En 2015, la UE28 era el segundo mayor proveedor mundial de armas. En 2023 el apoyo militar total de la UE a Ucrania se estima en más de 12 000 millones de euros. Los yemeníes murieron con la bendición de la UE. Igual que los palestinos. Es imposible conjugar los valores que dice representar la Unión Europea con su participación en las guerras del mundo. Solo desde el cinismo y el análisis geoestratégico, que en muchos casos vienen a ser lo mismo. Desde la impostura y la falsedad. Desde las tragaderas, profundas, de los profesionales de la política. La libertad, la democracia, la igualdad son alguno de los conceptos pervertidos por el mal uso y las interpretaciones interesadas. Los derechos humanos, bandera de la UE, vienen a representar lo mismo que la democracia para Estados Unidos. Son conceptos vacíos que sirven para crear una mitología alrededor de un país. Forman parte de la cultura de empresa, que debemos creer y enorgullecernos de formar parte de estos países.

La política europea contra los inmigrantes es suficiente para retirar el respeto a los derechos humanos como valor representativo de la Unión Europea. No se respetan. Vivimos en un territorio donde no se respetan los derechos humanos de muchos conciudadanos. No tenemos que irnos a Afganistán. Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor, una vez levantemos la mirada de nuestros móviles y dejemos de dar me gusta a las condenas de la violencia contra Palestina o a los miles de reels de Instagram. Cuando dejemos de mirarnos al espejo, de recolocarnos el flequillo y de posar frente a la cámara de nuestro móvil, levantemos la cabeza y miremos hacia afuera. Y no, no se respetan los derechos humanos. Cualquier inmigrante consciente lo puede decir. Cualquier conciudadano que haya pasado por el proceso migratorio en cualquier país europeo lo podría decir. La pregunta es ¿cómo podemos convertir los ideales en práctica? Si respetáramos los derechos humanos no participaríamos del negocio de las armas ni estaríamos involucrados en masacres, bombardeos ni guerra alguna. Ni ninguna persona se sentiría violentada en el ejercicio de sus libertades individuales. Si los respetáramos, acogeríamos a los miles de palestinos y palestinas que están huyendo de la muerte y los trataríamos como hermanos y hermanas.

No solo el estado español es cómplice de los crímenes de Israel. Lo somos todos. Mientras se sigan vendiendo armas, somos todos responsables de las muertas causadas en cualquier lugar del mundo. Es fácil señalar a Pedro Sánchez o a Emmanuel Macron. Lo difícil es salir de nuestro letargo capitalista, adormecidos y enajenados, y reconocer nuestra responsabilidad en la sociedad construida. Parece como que no tengamos que ver con nada de lo que pasa a nuestro alrededor, que gobiernos en la sombra y poderes ocultos son los culpables y nosotros unos simples peleles que vamos de un lado al otro según sople el viento, inermes e impotentes. Pero no es verdad. Las sociedades y los gobiernos están sostenidos por las personas que los conforman. Sin ese sostén, se caen. Personas con principios honestos, es decir, vivos, ejercitados, desarrollados en la relación con las demás. Las sociedades igualitarias, dignas, libres solo son posibles si están formadas por una mayoría de personas que actúan en igualdad, en libertad y con dignidad en la relación consigo mismos y con las demás. Libres de imposturas.

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