No se han quedado con los brazos cruzados



Si tenemos en cuenta el contexto social privilegiado en el que se mueven los integrantes del gobierno español y gran parte de las personas que ocupan puestos de responsabilidad en organizaciones como la CEOE, la OCDE o think tanks conservadores como la FAE no nos extrañarían las declaraciones que nos dedican un día si y otro también. La mayor parte de ellos viven en una burbuja desde la que las miserias de los de ahí abajo apenas se vislumbran y mucho menos escuchan los gritos de las miles de gargantas que reivindican sus derechos diariamente en las calles del Estado Español. La ausencia de empatía es una de las características que acompaña a muchas de las decisiones con las que se condena a muchas familias a la pobreza y la exclusión social. La incapacidad por ponerse en el lugar de aquellos, que por ser extranjeros, les retiran el derecho a recibir atención sanitaria al sufrir una enfermedad crónica. O de aquellos a los que se les expulsa de su casas y les castigan a vivir con deudas hasta el final de sus días. Saben que las medidas que toman son injustas pero prevaricar no es un problema si sirve a los intereses de la minoría que defienden. José Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, se preguntaba hace poco menos de un mes sobre los malos hábitos que adquirían los parados de larga duración como el de no trabajar, sin que esto le haya supuesto una reprobación. Que Gurría crea realmente esto, lejos de suponer un problema, es un ejemplo de sinceridad y realismo por exponer lo que muchos de su condición social y económica piensan sobre esos de abajo. Es lo que la derecha mediática llama pensamiento políticamente incorrecto. Díaz Ferrán fue aplaudido en su momento por declaraciones como que los españoles tenían que trabajar mas y ganar menos, una frase que simplifica el ideal de la élite empresarial dicha por un delincuente económico que se enriquecía mientras condenaba al desempleo a miles de trabajadores. Nada pasó porque su clase social la compartía letra por letra. No en vano para muchos de ellos, los parados no trabajan porque no quieren o porque están más cómodos jugando a la playstation en sus televisiones de plasma que buscando un empleo. Estas personas ocupaban o ocupan puestos de influencia y de poder, con capacidad para inclinar una ley hacia el lado que les interese, que por supuesto no es ni será el de los derechos fundamentales de los trabajadores.

Mariano Rajoy conocía a Wert, y a su idea de que la comunidad educativa no puede ser democrática, o a Fátima Báñez, que se protege bajo el manto de la virgen del Rocío mientras se ausenta de todas las cumbres de empleo europeas celebradas hasta el momento. Igual que conocía a Gallardón y a su gobernar es, a veces, repartir dolor, al exdirector de Lehman Brothers De Guindos y compañía. Comen todos en el mismo pesebre y por eso forman parte del actual gobierno. Rajoy sigue siendo aquel que con casi 30 años defendía la tesis de que los hombres no son iguales. Esa tesis que es compartida por los habitantes de su burbuja y que permite la injusticia social y las diferencias económicas en la sociedad española y mundial. La agresión a los servicios públicos y a los derechos de los trabajadores forma parte de la lógica de una manera de entender la vida y de organizar la sociedad. No tiene que ver con la situación económica sino con la oportunidad de imponer, en un contexto propicio, una cosmovisión en la que la élite económica salga reforzada. Por eso Rajoy tiene razón cuando dice que en su primer año de gobierno no se han quedado con los brazos cruzados. Han sido capaces de atacar de manera global y paralela a la educación, a la sanidad, a los servicios sociales, a los jueces, a los pensionistas, a los extranjeros, a los trabajadores, a las personas dependientes…Han aumentado los suicidios, la pobreza y la exclusión social. Han criminalizado y reprimido a los movimientos sociales y han socavado lo poco que de democracia nos quedaba. Todo esto y más en un año. Aún así, con absoluto desparpajo, sin reírse, con el mayor de los cinismos, son capaces de defender que este primer año de gobierno se recordará como el periodo en que se pusieron las bases para la recuperación económica, que no ocultan los problemas sino que los eliminan o que son otros los que socavaron el ya maltrecho estado del bienestar. Saben que todo esto es mentira pero no les importa porque creen que pueden decir lo que quieran. Tienen el apoyo de los suyos. El Banco Central Europeo de Draghi anima a Rajoy a que perseveré en las «reformas». Juan Rosell, presidente de la CEOE, considera que el primer año del gobierno ha sido equilibrado cuando tiene a millones de ciudadanos soliviantados y agredidos por los recortes. Después de decir esto se refugian en sus burbujas.

Ahora, que se acercan las navidades, época de optimismo y buenos propósitos, nos vienen con la cantinela sobre que la situación económica mejorará en el verano del 2013 y la recuperación comenzará en el 2014. Aunque antes se coge al mentiroso que a un cojo, ¿verdad, Montoro?Pero, qué se puede esperar de un gobierno que considera vanguardia al gobierno de De Cospedal en Castilla La Mancha, cuando no es más que la españa de pandereta, de mantilla y peineta de toda la vida. Han sido y son el cáncer de este país.

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