Estaban en la acera hablando de no sé qué cosas. Cuando llegué a su altura, la chica les dijo yo soy del PP. Uno de ellos sonrió y levantó la mano para chocarla con la de su amiga. El otro chico hizo como si nada, mirando a otro lado, mientras la chica le replicaba, medio sorprendida, y si no vas a votar al PP, a quién vas a votar ¿al PSOE?. No hubo respuesta. El chico que sonrío le preguntó al otro si había visto el nuevo fondo de pantalla de su móvil. Doblé la esquina y se fue desvaneciendo la conversación. Ninguno de ellos aparentaba tener edad para votar el próximo 20N pero parece que tenían claro cuáles son las opciones de elección. PP o PSOE. En unos años, seguramente, los recién nacidos tendrán inscrito en sus genes estas opciones. Tan eficaz ha sido el lavado de cerebro que se inició durante la transición. Los partidos políticos más votados, los medios de comunicación, la ley electoral, encuestas electorales, gran parte de los columnistas periodísticos, los tertulianos, politólogos, sociólogos…todo ello ha colaborado a que una gran mayoría de españoles piensen que solo existen estas 2 opciones y, además, ha implantado una sonrisa sempiterna en sus caras cuando alguien afirma que va a votar a otros partidos. En ese momento repiten todos los argumentos que han escuchado en las televisiones, las radios o leído en los periódicos, en lo que comúnmente se conoce como charlas tabernarias o conversaciones familiares de sobremesa. Una vez que se ha dado a esta certidumbre categoría científica, es transmitida por vía generacional como una característica propia y necesaria de la democracia. Así están las cosas. Esperaremos los debates bipartidistas, preparados desde la estrategia del tú más, y apoyaremos a nuestro equipo con bufandas, cara de perro y una cerveza en la mano, al grito de ¡a la yugular!. Después nos quejaremos de lo malos que son los otros y lo buenos que son los nuestros. Todo en aras del teatro de la democracia…española.