Sí se puede decir que en Catalunya la derecha vota y mucho. Solo la CUP defiende un programa de izquierdas. La candidatura de Junts Pel Sí ha actuado de manera muy práctica. Los diferentes partidos que la componen dejaron a un lado sus diferencias, que sobre el papel son muchas, y se centraron en conseguir la independencia. Podría ser esto lo común sino fuera porque Convergencia no es un partido independentista ni, por supuesto, lo es Mas. Convergencia es un partido de la derecha que en sus años de gobierno no ha dudado en aplicar medidas sociales y económicas en sintonía con ese gobierno español que consideran adversario. Por supuesto que en la candidatura se pueden encontrar personas de la izquierda pero aliarse con la derecha liberal no les deja en buen lugar. Su pragmatismo convive con el crecimiento de otra fuerza de la derecha, de naturaleza falangista, como es Ciudadanos. Una marca moderna, adaptada a los tiempos, con un mensaje españolista disfrazado de sentimientos catalanistas y libre del peso de la historia que atenaza a su más que amigo Partido Popular. La deriva de este último le sigue proporcionando escaños y votos aunque no los suficientes como para convertirse en una fuerza relevante en el panorama político catalán. La elección de su candidato, un político que ha defendido planteamientos racistas y xenófobos que, por otra parte, no le impidieron ser alcalde de su ciudad, ha sido un ejemplo de la confusión y la inopia política en la que se encuentran los populares. Aún así, la derecha está bien representada en Catalunya. Y cuando hablamos de derecha, hablamos de una forma determinada de entender la sociedad, la economía y la democracia. Con o sin independencia.
Si hablamos de Cat Sí que es Pot, los resultados eran previsibles. Sorprende aún así que como fuerza emergente solo haya sacado poco más de siete mil votos que los que consiguieron ICV-EUiA en las elecciones del 2012. Probablemente no se puedan hacer comparaciones con lo que suceda en las próximas generales pero sí supone un nuevo toque de atención a Pablo iglesias y su troupé. La deriva de estos últimos meses junto con la irrelevancia de los círculos está restando apoyos al que hace un año y medio se consideraba el partido político que iba a romper la hegemonía de los dos grandes partidos. Su estrategia de laboratorio necesita una revisión urgente que pase por recuperar, de forma creíble, la iniciativa y el impulso que proporcionan el apoyo y la participación activa popular. Quedan solo unos meses para evitar una nueva decepción. Las caras de Carolina Bescansa y Pablo Iglesias en su comparecencia postelecciones eran un libro abierto. El otro partido socialdemócrata tradicional, el PSC, prácticamente recibe el mismo número de votos que en las anteriores elecciones. Poco hay que decir de este partido aunque sean la tercera fuerza electoral. Ni chicha ni limoná.
Si hay un partido que defiende planteamientos de izquierda es la CUP. Un partido que casi triplica los resultados obtenidos en las elecciones del 2012 y que ahora mismo es la clave del futuro gobierno catalán. Se niegan a apoyar a Mas como presidente pero sí a una candidatura con la que comparten un objetivo común. Les separa todo lo demás. La apuesta de Mas tenía sus riesgos y este era uno de ellos. También me motiva el mensaje que lanzan de desobediencia al Estado Español pero en la práctica es papel mojado. No tienen suficiente apoyo y dudo que Junts Pel Sí les acompañen en esta aventura. Además si uno quiere desobedecer no participa en el teatro electoral. Pero, bueno, al fin al cabo son el oasis en el desierto. Esa variable que nos dice que la esperanza es lo último que se pierde, pese a todo y contra todos, o al menos contra la mayoría.
Algo debería cambiar después de estas elecciones pero en el gobierno del Estado está el Partido Popular y con estos las probabilidades de cambio a mejor se reducen. Si fueran un partido democrático, se sentarían a hablar y a llegar a acuerdos. Aunque sea para que nos podamos centrar en lo importante.
«Si en Catalunya se celebrara un referéndum por la independencia lo más probable es que el resultado fuera favorable para aquellos que defienden la permanencia en el Estado Español». Pues no sé, no estoy yo tan seguro. Es más, apostaría a que ganaría el independentismo. Ten en cuanta que, a pesar del alto porcentaje de votantes que ha habido en estas elecciones, aún queda cerca de un treinta por ciento de abstención, y dado que la derecha suele movilizar a su electorado al completo, está claro que en ese treinta por ciento abstencionista debe estar a la izquierda de la izquierda (institucional). Una cosa son las elecciones institucionales y otra los referendos. Y en este en concreto, el de la independencia de Catalunya si se celebrara, seguramente votaría gran parte de ese tanto por ciento abstencionista. A eso hay que sumarle mucha gente de los partidos que oficialmente no están por independencia (como Podemos), pero que votarían sí.
En fin, lo que hay que hacer, creo yo, es llevar a cabo ese referéndum cuanto antes, no sólo en Catalunya sino en el resto de las comunidades del Estado, y abrir un auténtico proceso constituyente. Porque ¡ya está bien de franquismo enquistado!
Salud!
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Mis razones tienen más que ver con la psicología que con la política. Creo que ante la posibilidad real y con las implicaciones personales, sociales, económicas y políticas, una mayoría puede optar por permanecer en su zona de confort, es decir, en aquello que, para bien o para mal, conoce y le da seguridad de tal manera que se conformarían con algunos cambios. Los grandes cambios generan inseguridad e incertidumbre y en esas circunstancias se tiende a permanecer en la zona de confort. Sobre todo si políticamente no están activamente implicados, como sucede con la gran mayoría de las personas tanto en Catalunya como en el resto del Estado.
De todas formas esto es una teoría que solo se pude comprobar si, como bien dices, se lleva a cabo un referéndum. A partir de ahí que cada uno decida lo que quiera o pueda.
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