No me parece que exista una crisis en Podemos como les gusta apuntar a la prensa generalista, especialmente a partir de la dimisión de Monedero. Cisma, ruptura o crisis son las palabras que prevalecen en el análisis sobre un partido que fue elevado a las alturas por las mismas empresas de sondeos que actualmente dan fe de su retroceso. Cuando se está en el cielo los disensos son más llevaderos que en la época de perro flaco todo son pulgas y más si uno de los ideólogos decide bajarse de la primera línea. Seguramente las razones por las que Monedero sale de escena son varias pero es evidente que su asunto con hacienda tiene un peso enorme. Un asunto mal hecho, mal explicado y mal gestionado que, ante la lupa mediática, se convirtió en una carga difícil de llevar para un partido cuya narrativa se oponía al discurso exculpatorio del profesor y de algunos de sus compañeros. La salida era cuestión de tiempo y mejor antes de las elecciones. Monedero se va porque está mediática y políticamente amortizado por eso el deseo de ser un verso libre, con una voz no mediatizada por el aparato político, es coherente y, probablemente, más útil. Esto no es una crisis sino una decisión estratégica para afrontar con más garantías los procesos electorales.
Las repentinas críticas a las estrategias del partido me parecen simple fuego de artificio. Podemos tuvo la oportunidad de articular de manera innovadora la participación ciudadana pero no lo hizo. Este era el gran reto al que se enfrentaban pero su núcleo dirigente decidió que querían ir por otro lado, es decir, la configuración de un partido al uso basado en la jerarquía, el liderazgo y el control de los principales órganos de decisión. La base social era imprescindible pero con una capacidad de decisión limitada. Los propios círculos apoyaron en Vistalegre el modelo que les convertía en simples acompañantes del grupo que se había reservado la capacidad de decidir las líneas estratégicas del partido. En este grupo estaba Monedero. Es decir, es uno de los ideólogos y de los constructores de un partido que se alejaba de los círculos como espacios de participación ciudadana y que se acercaba a los círculos como base social de apoyo a las decisiones que tomaba el equipo de Pablo Iglesias. Podemos se ha convertido en el partido que el propio Monedero, Iglesias, Errejón y compañía diseñaron. Ellos decidieron convertir a los círculos en algo marginal y generar la ilusión de participación y decisión en la que viven gran parte de sus miembros.
Además, hicieron una apuesta muy fuerte por la presencia mediática, formaron parte del espectáculo de la política televisada y se convirtieron en parte de los personajes que frecuentaban los debates, reconocidos por muchos televidentes pero también, con el tiempo, indistinguibles de aquellos que tan duramente criticaban. ¡Claro que era más importante un minuto de televisión que reunirse con un pequeño círculo! Ese minuto de televisión les permitía llegar a miles de posibles votantes frente a las decenas que formaban los círculos, ya de por sí convencidos. Podemos iba a la caza del votante porque su objetivo era y es ganar electoralmente, llegar al poder. Y este objetivo mediatiza cada una de las estrategias. Por eso optaron por los mensajes simples y esencialmente emocionales. Por eso intentaron capitalizar electoralmente el descontento y el deseo de cambio de muchos ciudadanos. Qué diferente es esto a trabajar en los círculos, bajarse a las plazas, organizar y participar en acciones, movilizar a los barrios, centrar todo el trabajo político en las personas, en las únicas capaces de hacer posible un cambio. Ellos optaron por la televisión y no por las personas. Esta estrategia también forma parte de las decisiones que tomaron.
Monedero ha sido parte activa en el diseño de Podemos como partido y las consecuencias de sus decisiones eran fácilmente previsibles. No hace una autocrítica sino que se sitúa en un lado en el que desde el inicio no ha estado. Y no estuvo porque no quiso, porque así lo decidió. Las estrategias marginaban a los círculos y fortalecían al equipo promotor. Diseñaban cada paso para ganar electoralmente lo cual no tiene nada que ver con la participación política ciudadana. Las personas son las que han salido perdiendo y si, en algún momento, hubo una mínima oportunidad de algo, se perdió en el mismo momento en que un grupo de gente empezó a tomar decisiones por su cuenta, sin contar con el potencial de voces existentes. Qué fácil es crear un partido en comparación a articular espacios de participación y decisión. Si algo puede temer el poder económico es a sectores del pueblo organizado. Mientras tanto, los que mejor se manejan en el juego electoral y mediático son aquellos que lo controlan. Aquellos que pese a tener, significativamente, menos apoyo electoral siguen manteniendo el control.