Los edificios de la Gran Vía madrileña son propiedad de importantes tiendas de ropa, se han convertido en sedes de empresas u oficinas. Aunque en alguna de las ventanas asoman cortinas que señalan la existencia de los que en unos años serán una especie en extinción: los vecinos. Las calles están abarrotadas de gente. La calle Preciados es un ir y venir incesante de cabezas que se mueven en masa, que entran y salen de las tiendas que les rodean con voluntad de que se rindan. La mayor parte son visitantes y turistas, muchos encantados de la vida madrileña rodeados a su vez de otros visitantes y turistas. Los vecinos son indistinguibles pero, si te fijas, están ahí, junto al turista aunque parezcan lo mismo. Las tiendas tradicionales van desapareciendo, empujadas por la estética postmoderna de los comercios actuales y los elevados precios del suelo. Las tascas están demodé y lo cool es la librería-café-galería de arte. La panadería tradicional es sustituida por un nuevo concepto de panadería más cara y de mediana calidad, eso sí, el local es tan bonito que dan ganas de comerse el pan. Hay tiendas en el barrio de Las Letras, un nombre-marca comercial, en las que entras, miras y cuando sales no sabes qué venden ni qué utilidad tienen.
Las franquicias inundan cada uno de los rincones, decorados cada uno de ellos con miríadas de terrazas en las que los turistas y visitantes se sientan mientras ven pasar a turistas y visitantes buscando dónde sentarse. Lo nuevo, lo que se crea, lo que aparece no se piensa para el que vive en esas casas, en esas calles, en esas plazas o en esos barrios sino para aquellos que vienen a ver cómo se vive en esos barrios, en esas plazas, en esas calles y en esas casas. Lo paradójico es que los vecinos, los que viven en esos lugares, son indistinguibles. Los turistas solo ven turistas que miran igual que ellos, buscando un Madrid escondido bajo los rótulos comerciales y las grandes y luminosas pantallas de vídeo que venden ocio y consumo. Cada ciudad tiene la particularidad de aquellos que la habitan, son el elemento diferenciador, lo que hace atractivo visitar las ciudades. Pero, en la actualidad, la homogeneidad es el elemento común de las grandes ciudades europeas. El capitalismo tiende a eliminar los espíritus y a violentar los cuerpos. Si una ciudad tiene duende, el capitalismo se lo traga y te construye un Centro Comercial.
El espacio público se arrincona frente al espacio comercial. Y no parece importarnos. Las plazas están llenas de terrazas y, si te fijas, igual te das cuenta de que hay un pequeño parque para niños, escondido entre las sillas y mesas, y bajo la canícula veraniega, así, sin protección solar ni un miserable árbol que dé sombra. Los bancos para sentarse se convierten en bloques de granito y esta transformación es un signo del tipo de sociedad que permitimos que se construya. La estrategia es expulsar a los vecinos, a los que viven en los lugares y los hacen diferentes, y economizar cada metro cuadrado. En los barrios que no están organizados, son las asociaciones de comerciantes y las empresas las que los diseñan. Y en los que lo están, no es suficiente. Resisten pero sin solidaridad solo es cuestión de tiempo. En edificios donde vivían familias, ahora hay apartamentos turísticos o hostels. Se deconstruye la idea de barrio hasta hacer que los vecinos o bien sean prescindibles o bien sirvan como simple atrezo.
Si tienes una idea de negocio y no es vintage, retro o incomprensible pero cool, olvídate. ¿Que quieres abrir una fontanería? ¡Móntate un cafe-bicicleta o una tienda de ropa sin ropa! Crea un negocio sin pensar en las necesidades de las personas que viven alrededor de tu local. No les servirá para nada pero al menos te harás rico. Bueno, a lo mejor.
¡Muy bueno! Es así como un barrio o una ciudad, deja de ser barrio o ciudad para convertirse en el frívolo escaparate de la nada espectacular. Ya no hay calles, sino vías comerciales flanqueadas por chirriantes reclamos. Vecinos desaparecidos, transeúntes convertidos, ellos también, en mercancía.
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Gracias, Loam. Creo que esta realidad avanza imparable y con la aprobación de una gran parte de la gente. Hace un tiempo se dijo que mi calle se iba a peatonalizar y a priori me pareció bien pero después te das cuenta que si esto ocurre se convertirá en una calle preciados, llena de gente y de tiendas, invivible e intransitable. El negocio está detrás de cada uno de los planes de dinamización de los barrios o de urbanismo. Las personas no cuentan. En último plan de dinamización del Barrio de Las Letras no se mencionaban a los vecinos lo cual nos indica la importancia que estos tienen en el desarrollo del barrio.
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