El bombardeo mediático sobre la relación de Venezuela con Podemos es abrumador. Probablemente tan abrumador como la presencia mediática de Podemos en su primer año de existencia. No hay debate televisivo, magacín mañanero, prensa escrita y radio que no hable de Venezuela y de Podemos. Es tal la ofensiva que a la vez que se exige la condena de la represión en Venezuela, callan la represión en el Estado Español. No importa que se haya detenido a 19 personas a punta de pistola por ejercer el derecho a la protesta pacífica. Es más, los periodistas, políticos y afines de la derecha siempre encontrarán una justificación para explicar la acción represiva de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y las decisiones de Interior y de la Delegación del Gobierno en Madrid, pero no encontrarán una justificación para la represión del gobierno venezolano. Esta es criticable sí o sí. Y es en esta postura en la que hacen muestra de la hipocresía y el cinismo de sus análisis de la realidad. La represión es criticable en cualquier país del mundo y hasta el momento desconozco que alguno de los existentes se libre de la crítica. Es verdad que el mismo proceso hipócrita se vive en ciertos sectores de la izquierda que critican la represión que se vive en el Estado Español y niegan la que se vive en países ideológicamente afines. Entiendo también que en estas miradas hacia nuestra realidad o la de otros juegue un papel fundamental la ceguera ideológica que hace que nos fijemos solo en aquello que nos interesa y refuerza nuestro pensamiento y rechacemos aquello que lo contradiga. De esta manera, los argumentos que sean coherentes con nuestro pensamiento son asimilados y defendidos de manera acrítica y es cierto que este sesgo no es ni de izquierdas ni de derechas sino simplemente humano.
Podría pensarse que es raro que la maquinaria propagandística del estado no haya utilizado la baza de Venezuela desde un principio ya que los apoyos a este país de Iglesias, Errejón y Monedero eran evidentes y defendidos abiertamente. Pero también lo eran y lo son los de Izquierda Unida y contra este partido el ataque no ha sido tan virulento en ningún momento. Es evidente que los buenos resultados en las elecciones europeas y las expectativas electorales que proporcionaban las encuestas, les convirtieron en objetivo número uno del descrédito a través de los mismos medios que favorecieron su engrandecimiento. Sería muy ingenuo creer que lo que en estos momentos se vive en los medios no es una campaña de descrédito de un enemigo político y, especialmente, electoral de los dos grandes partidos, aunque algunos miembros de Podemos y las estrategias reactivas hayan aportado munición al fusilamiento mediático. No podemos obviar que las cadenas de televisión generalistas, privadas y públicas, así como prensa escrita y radio son controladas por grupos empresariales conservadores y cercanos a los dos grandes partidos. No es que el gobierno les tenga que decir lo que tienen que hacer sino que ya saben lo que tienen que hacer y cuando la investigación da resultados, aunque haya que cogerlos con pinzas, saben cómo morder en la yugular. Y para el trabajo sucio no se necesitan buenos periodistas, que serían un incordio, sino buenos comunicadores que, desde la cercanía y la confianza que despiertan en sus televidentes, lectores u oyentes, transmitan el mensaje que hay que transmitir.
Tenemos en el Estado Español el peor periodismo posible y los periodistas con menos escrúpulos, es decir, lo ideal para jugar sucio. Solo hay que darse una vuelta por los espacios matinales de televisiones como Antena 3, TeleCinco, TeleMadrid o Televisión Española para darse cuenta de la gruesa manipulación periodística, que deserta de la argumentación y la explicación, y se refugia en el simplismo y en la manipulación emocional. Hablan de reportajes de investigación pero en ninguno de ellos se aporta una explicación de lo que sucede, las diferentes variables que influyen, el contexto social y político, la trayectoria histórica y cualquier otro dato que proporcione una información completa. Ni se preguntan ni dudan. Transmiten verdades absolutas y se limitan a dictar sentencias. No son periodistas sino jueces. La opinión disidente es vapuleada con la fórmula del cinco contra uno, dirigida por un director de orquesta que sabe conjugar el espectáculo con la desinformación y, todo esto, realizado de manera muy profesional, tanto como para convencer a quiénes les escuchan, ansiosos de que les proporcionen respuestas a sus preguntas y poco dados a preguntarse y dudar de aquello que les dicen. Los mismos que tienen tiempo de escuchar durante horas a Ana Rosa o a Jorge Javier pero no para buscar información sobre esos temas de los que discuten agriamente en los bares o en las comidas familiares. Lo triste de todo esto es la eficacia de estas artimañas patrocinadas por los poderes. Muchos de los que llegaron a Podemos a través de los medios, ahora se alejan a través de esos mismos medios. Y es que hasta los de Podemos se trastabillan, tal es la fuerza de la corriente.
La mayoría de la gente, acrítica, peligrosamente indiferente o completamente desarmada frente al incesante bombardeo mediático, cree a pie juntillas la sarta de mentiras que los medios afines al régimen (que son casi todos) transmiten. La policía más dañina está en las redacciones y en los platós de televisión. Un panorama realmente espeluznante.
Salud
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Mientras los grupos empresariales, gobiernos territoriales y estatal estén detrás, poco hay que hacer. Nos conocen mejor que nosotros mismos y saben cómo convencernos. Si uno no tiene una mirada crítica al ver programas como La Sexta Noche o Un Tiempo Nuevo, los mensajes calan. Al final, el único antídoto es la persona crítica, que se hace preguntas y busca por sí misma las respuestas.
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