Otro Partido. Otra Política. Mismo sistema


Son predecibles. Recortes de derechos laborales y sociales, pauperización de la red pública, obediencia a la troika y a los poderes fácticos, recuperación de beneficios para los poderes económicos, criminalización de la protesta social, desarrollo y aplicación de mecanismos represivos y de estrategias de manipulación de la opinión pública. Si se conoce su trayectoria no es complicado aventurar sus resultados. Y la trayectoria histórica de los populares es bien conocida y sufrida por todos.




La política de comunicación gubernamental va dirigida a que los creyentes, esos votantes fieles que están dispuestos a creerse cualquier palabra que salga de la boca de aquellos que creen que representan los valores que defienden, no se salgan del redil. No importa que las palabras vayan en dirección contraria a lo que muchos de ellos ven y sufren. Lo importante es que ya estamos creciendo de nuevo gracias a los populares.


Esta estrategia de comunicación significa ganar o ganar independientemente de las circunstancias. Si ganan las elecciones quedarán refrendadas sus políticas. Si pierden, no han sabido hacer pedagogía de su buen hacer y anticiparán, sin atisbo de duda, la ruina que los gobiernos de izquierda traerán al país hasta que el buen sentido les vuelva a llevar al gobierno. Son el autodeclarado apagafuegos de la gestión irresponsable de los que no son ellos.


Lo que han hecho en otras ocasiones es un indicador fiable de lo que harán y este hecho es extensible a cualquier partido con experiencia continuada de gobierno. No deberían engañar a nadie sino fuera por la ceguera y sordera autoimpuesta de sus creyentes. Sabemos lo que han hecho y sabemos lo que harán. Por eso, si se quiere un cambio, los partidos que han colaborado en construir un país menos democrático -qué vacía es ya esta última palabra- y más corrupto -qué real y llena de contenido esta última- no pueden ser en ningún caso una alternativa.


Por mucho propósito de enmienda que haya.


La cuestión está en si la construcción de otra sociedad puede ser realizada por otros partidos y, sobre todo, si se puede realizar en el marco del mismo sistema y con las mismas reglas de juego. ¿Se pueden cambiar las reglas para cambiar el sistema? O ¿es necesario salirse del sistema para crear otras nuevas? ¿Cuánto apoyo social deberían tener esos partidos para enfrascarse en la titánica tarea de lidiar con las fuerzas centrífugas que mantienen el tinglado? ¿Son los partidos en la actualidad un instrumento de cambio? O ¿deberían crearse nuevas estructuras de participación ciudadana? ¿Pueden ser parte de la solución las estructuras actuales?













El sistema actual es elástico y permite la existencia de planteamientos propios de la derecha clásica junto con otros opuestos, como los que pueden defender Podemos e IU, sin que se vea alterado. Podemos defender dentro del marco de juego ideas novedosas y aplicarlas sin que la base del tinglado se vea cuestionado. Esto implica que la política de los partidos, de cualquier ideología, defendida siguiendo las reglas propias de las estructuras en las que se encuadran, es asimilada sin que suponga un cuestionamiento real de lo que sostiene al entramado del capitalismo.













Los partidos políticos como tales, creados dentro del sistema capitalista, pueden mejorar o empeorar las condiciones sociales, económicas y políticas pero difícilmente pueden cambiar el sistema del que forman parte. En el caso del Partido Popular es obvio que tiende a reducir la calidad de vida de las personas y a recortar derechos fundamentales junto con el refuerzo de los intereses de las élites económicas en virtud de esquilmar las riquezas propias de la comunidad. En el caso de otros partidos como Podemos, a priori, podrían tender a mejorar las condiciones de vida y a reforzar los derechos básicos. Pero ninguno de ellos hace pupa al sistema que los acoge.













La creación de nuevas estructuras de participación ciudadana se convierte, de esta manera, en indispensable pero tiene un reto determinado por la tendencia de la mayoría a esconderse debajo de las faldas de los partidos, a los que se concede la capacidad de cambiar lo que solo pueden cambiar los propios protagonistas, a los que van dirigidos los efectos y las consecuencias de dichos cambios. Generar una cultura de participación política, de implicación en los cambios necesarios en la sociedad, es un objetivo ineludible que ningún partido puede capitalizar porque, aunque su intención sea la contraria, hacerlo implica colocar a las personas detrás cuando su posición debe estar en la vanguardia.













Parece que la apuesta de muchos de los que en los últimos años han estado en la calle protestando contra las políticas de los dos grandes partidos españoles es la participación política dentro de las estructuras creadas por el propio sistema. La apuesta es participar en las elecciones y competir con los viejos partidos. Nuevos partidos con otras formas de hacer política y de gestionar el bien común. Mientras la participación en las calles, en las plazas y en los barrios disminuye. Nuestra visión es más crítica pero las soluciones que aplicamos son las mismas de toda la vida. Otro Partido. Otra Política. Mismo sistema.

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