Arrinconarlos y sacarlos de nuestras vidas

Cuando apenas era un adolescente se vivía una de esas guerras cruentas que se mantenía año tras año sin que se entendiera cómo los gobiernos de ambos países podían mantener tanto dolor y muerte sin alcanzar un acuerdo de paz. 

Esta guerra finalizó con un millón de muertos y casi dos millones de heridos.
Esta guerra duró ocho años, gracias al apoyo occidental que no dejó de armar a los combatientes durante todo este tiempo. 

Esta guerra fue la que enfrentó a Irán e Iraq.

Pero los ocho años que duró esta guerra se quedan cortos en comparación al mayor conflicto en el medio oriente que protagoniza el estado israelí y cuyas víctimas son los propios ciudadanos israelíes y, sobre todo, el pueblo palestino. 

Nos tenemos que remontar a principios del siglo XX para ver los inicios del conflicto pero fue a partir de 1948 cuando los diferentes gobiernos israelíes desarrollaron políticas de ocupación de Palestina y expulsión del pueblo palestino de sus propias tierras.

Estas políticas han sido las propias de un estado en guerra constante. Israel lleva regando de sangre las tierras palestinas durante décadas con el permiso y el apoyo de los países occidentales, que han mirado hacia otro lado sistemáticamente cuando se ha arrasado pueblos y asesinado a sus habitantes.
Estas políticas son las responsables de cada una de las muertes producidas a lo largo de este conflicto, bien sean israelíes o palestinos. No importa de dónde provengan los ataques o quién los ejecute. Los diferentes gobiernos israelíes han creado el contexto adecuado para que se produzcan.

Las agresiones al pueblo palestino entran dentro de la categoría de crímenes contra la humanidad y se producen de manera periódica. Se busca hacer el mayor daño posible, apoyándose en cualquier hecho que les sirva de justificación. Cualquiera se convierte en objetivo y no les importa atacar escuelas o edificios civiles.

No les importa asesinar a una mujer, a un niño o a una familia. Esto no es importante cuando el objetivo es simplemente matar.

Es un genocidio

genocidio.
(Del gr. γένος, estirpe, y -cidio).
1. m. Exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de etnia, de religión, de política o de nacionalidad.


premeditado, planificado. Aunque a los tibios y equidistantes esta palabra les resuene en sus oídos.

Cuando no agreden militarmente, les discriminan por motivos raciales, les humillan, les acosan, les confinan, les encierran. Los palestinos son el pueblo más violentado, perseguido y maltratado del planeta.

Y todo esto lo hacen a la vista del mundo. Y con el apoyo de una parte de la población de Israel, la misma que sufre directamente las consecuencias de las acciones de su gobierno. Tienen patente de corso. El permiso por parte de los Estados Unidos y de la Unión Europea para actuar por lo que cínicamente llaman derecho a defenderse.

En este mundo al revés, los agresores se presentan como víctimas de las agresiones. Los asesinos sienten amenazadas sus vidas. Han dado la vuelta a los más básicos principios morales, los han deformado de tal manera que ya son irreconocibles.

En ese mundo que están creando, bombardear escuelas, matar a familias, niños, mujeres o cualquier otro ser vivo que se encuentre en su punto de mira, es visto y difundido como el derecho a defenderse de un gobierno democrático. Es una locura y aquellos que apoyan, justifican o se desentienden merecen vivir en ese mundo.

Afortunadamente somos otras muchas personas que vemos con horror las acciones del gobierno israelí, que somos capaces de distinguir lo que está bien hecho de lo que está mal hecho, que no justificamos el terrorismo practicado por el estado israelí, que no nos creemos las mentiras de los asesinos ni las de los que les apoyan y no aceptamos ni a los tibios ni a los equidistantes, esos que dan oxígeno a los que empuñan un arma, apuntan y disparan.

Somos otras muchas pero, desgraciadamente, no suficientes. Lo que estamos viviendo en esto últimos meses es el eterno retorno. Volvemos a pedir que la comunidad internacional impida al gobierno israelí actuar como lo hace pero esto nunca ocurre. Todo lo contrario, más allá de algunos comunicados llenos de simple e ineficaz palabrería, apoyan y sostienen la barbarie.

Al final, como en todo, la solución no se encuentra en los gobiernos sino en las personas. Los ciudadanos de Israel, de manera mayoritaria, tienen que empezar a mostrar su rechazo a las políticas discriminatorias y de ocupación, a los asesinatos planificados, al apartheid y a los ataques militares. Tienen que empezar a señalar a aquellos que defienden ideologías y políticas basadas en el odio y en el enfrentamiento entre pueblos. Tienen que empezar a arrinconarlos y a sacarlos de sus vidas.

Los demás, en nuestros países, nos toca arrinconar a quiénes apoyan directamente, justifican o entienden los crímenes contra la humanidad del gobierno de Israel. Que, por cierto, suelen ser los mismos que apoyan, justifican o entienden las agresiones a los ciudadanos mediante las políticas de recortes de los servicios sociales fundamentales y derechos de los trabajadores.

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