El hábito no hace a la democracia



En Suiza se ha aprobado una iniciativa contra la inmigración masiva. Esta iniciativa también incluye el principio de la preferencia por el trabajador nacional frente al extranjero. El método utilizado ha sido el referéndum, una herramienta democrática que permite la participación del pueblo. Aparentemente, esta decisión es el resultado del ejercicio de la democracia. Pero solo aparentemente.

La propuesta parte de la Unión Democrática de Centro (UDC), un partido anticomunista e identitario, conocido por sus planteamientos xenófobos sobre las personas inmigrantes. En el año 2007 se dieron a conocer internacionalmente por una campaña electoral en la que unas ovejas blancas expulsaban de una patada a una oveja negra de su hogar, su Suiza. Hasta los neonazis alemanes del NPD les copiaron la idea. 

No solo son de extrema derecha. También son defensores de la democracia directa. No en vano han utilizado un mecanismo democrático para impulsar una medida que atenta contra derechos humanos básicos. No porque haya un problema con la inmigración en Suiza sino porque la amenaza de la inmigración masiva es un estímulo eficaz para movilizar a un sector de la población temeroso de perder su identidad.

Establecer herramientas y mecanismos democráticos no son suficientes para construir una democracia. La ausencia de una conciencia democrática y social, respetuosa con los derechos humanos básicos, puede convertir esos mecanismos en instrumentos contrarios a los derechos de las personas, aunque las medidas hayan sido apoyadas por una mayoría de los ciudadanos.

La aprobación de esta iniciativa nos indica dos cosas. Ambas cruciales. La primera es que las herramientas democráticas, siendo imprescindibles, no son suficientes para construir una democracia. Si no están apoyadas en el respeto a los derechos humanos básicos pueden ser utilizadas por partidos, con ideologías del odio, para la aprobación de medidas contra las personas en función de su origen, etnia o cualquier otro rasgo diferente.

La segunda es que el fascismo sigue avanzando en Europa sin que se tomen las medidas adecuadas para evitar su ascenso. Está claro que no hemos aprendido de la historia y se permite que partidos con un ideario claramente fascista se aprovechen de los mecanismos democráticos para propagar sus ideas. Han sido lo suficientemente hábiles como para introducir en el debate público y partidista problemas construidos artificialmente, acompañados de demagogia y apelaciones a las emociones de los ciudadanos, como el de la inmigración.

La democracia directa que defiende UDC no sirve para nada si los ciudadanos que participan en ella no son capaces de defender los derechos de las personas, respetar y aprender a convivir con lo diferente. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado y toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país. Probablemente se debería perfilar este derecho y redactarlo de forma suficientemente clara para reivindicar el derecho a inmigrar y hacer mención a la obligación de los países receptores a acoger a las personas migrantes. Nadie debería votar en contra de este derecho. Ni ninguna democracia de verdad se permitiría el lujo de atentar contra ello.

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