Perdone, Sr. Ministro, pero sí hay embriones de segunda

No hay embriones de primera o de segunda según el ministro de justicia, Alberto Ruiz Gallardón. ¿Perdone, Sr. Ministro? Las contradicciones de esta frase con la ideología, el comportamiento y las leyes que aprueban son evidentes. Aunque esta evidencia solo es visible para aquellas personas que defienden los derechos civiles y humanos.

Claro que para el Partido Popular existen cosas de primera y de segunda. Para empezar, las personas que nacen de los embriones de segunda. Esta división forma parte de su forma de mirar y entender el mundo. De hecho, las posiciones de privilegio de las que gozan son mantenidas gracias a esta mirada. Cuando miran hacia abajo solo ven a personas que tienen lo que se han buscado.

Como esas personas de abajo son poca cosa se les restringe o quita el derecho a decidir, a pensar, a protestar, a vivir. Porque no saben. Se les tiene que decir lo que tienen que pensar y decidir y cómo vivir. Es necesario ordenarles, prohibirles, impedirles porque sino pasa lo que pasa, y lo que les pasa es por su culpa, por su incapacidad, por su empeño en hacer lo que no saben.

Las críticas a cualquiera de las leyes que aprueban no les afectan. No están en el mismo nivel que la mayoría. No entienden lo que supone no poder encender la calefacción durante el invierno, pedir a la puerta de un supermercado, no tener trabajo, tener un hijo que una hubiera decidido no tener, pasar hambre, que te desahucien, no tener casa y vivir en la calle. Solo saben qué son estas cosas de oídas.

¿Y qué les importa?. Si no tienes trabajo es porque no lo buscas. Si no puedes pagar la hipoteca es porque has vivido por encima de tus posibilidades. Si te ha estafado el banco, haberte leído las condiciones de tu fondo de inversión. Si tienes que pedir es porque eres un vago que no quiere trabajar. Si quieres abortar, eres una asesina.

Viven en torres de cristal. En torres suficientemente altas como para ver desde los cielos a esas cosas que se mueven de un lado a otro y suficientemente protegidos como para poder escupir mientras dicen que llueve. Pero las torres son de cristal. Suficientemente frágiles como para que una piedra las agriete. Suficientemente endebles como para que una excavadora las pueda tirar a abajo.

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