La gran derrotada en la lucha contra el terrorismo

La lucha contra el terrorismo no solo se ha llevado por delante a ETA sino también a la incipiente democracia española. Las bases con las que se pretendió construirla eran ya, desde un principio, inadecuadas. Veníamos de una dictadura y se pretendía crear una democracia con un pecado original que convertía el proyecto en un fracaso desde un primer momento. El pecado original era la incapacidad del estado español de soltar amarras de la dictadura en la que se torturó, reprimió y asesinó a miles de ciudadanos españoles. Los supuestos gobiernos democráticos no tuvieron reparo en hacer uso en la lucha contra el terrorismo de la infraestructura y de las personas que formaban parte del terrorismo de estado que se practicaba en el régimen del dictador Francisco Franco. La práctica de la tortura ha sido utilizada sistemáticamente bajo los gobiernos de todos los colores hasta la actualidad sin que se haya puesto freno, denunciado y juzgado. Las leyes españolas se torcieron hasta convertirlas en un simple instrumento de agresión a la democracia bajo el pretexto del terrorismo. Todo valía. Desde enterrar a personas en cal viva hasta sacar bajo tortura declaraciones incriminatorias. La lucha contra ETA estaba sirviendo para ir ocultando bajo capas de ignominia el proyecto de democracia que ya había nacido herido de muerte. Pero la sociedad lejos de criticar y exigir el respeto a los derechos humanos y la aplicación de una justicia respetuosa con los derechos de los acusados y justa se calló y con su silencio favoreció que nuestra incipiente democracia nunca se desarrollara. Se aceptaba que el terror fuera combatido por el terror. El gobierno, además, jamás admitió sus prácticas delictivas a pesar de que organizaciones como Amnistía Internacional las denunciaba desde los años ochenta. Se estaba por encima del bien y del mal. Se luchaba contra el terrorismo traicionando los más básicos principios de la democracia y a la vez se transmitía a la sociedad que era una lucha entre la democracia y el terror. La ley de partidos o la doctrina Parot forman parte de la estrategia de acoso y derribo no solo ya a ETA sino a cualquiera que mantuviera posiciones independentistas que eran asociadas directamente con el apoyo a la organización armada. Su arbitrariedad provocó que muchas personas sufrieran detenciones injustificadas y torturas como los detenidos por el periódico Egunkaria. O que personas como Inés del Río, que ha pasado nada más y nada menos que 26 años en la cárcel, pasara en prisión cinco años más que los que le correspondía. Pagando con creces sus delitos o qué se piensa la gente que son más de veinte años en prisión. Y no, no vale la demagogia de compararlo con la muerte. Un estado de derecho debe aplicar una pena justa y con una intención rehabilitadora, porque si no tendrían que replantearse la utilidad de las prisiones si solo son contenedores de personas indeseables socialmente. La decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) es una decisión justa por mucho que se grite y se patalee. Se pide que ETA reconozca y repare el daño provocado por sus acciones, y yo me uno a la petición, pero hay algo mucho más importante para el futuro de este estado que pasa por el reconocimiento de los crímenes y violaciones de los derechos humanos que se han cometido en las últimas décadas por parte de los diferentes gobiernos. Nos jugamos la posibilidad de construir una democracia asentada en principios respetuosos con los derechos humanos. Mientras tanto el gran derrotado en la lucha contra el terrorismo es el proyecto de democracia.

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