Matar es legal en la Unión Europea

Mirar hacia otro lado en la construcción europea trae sus consecuencias. Hemos dejado hacer sin importarnos demasiado lo que hacían. Nos hemos dejado embaucar con los cantos de sirena que hacían referencia a la potencia europea. Una potencia económica pero también, nos decían, un referente democrático y defensora a ultranza de los derechos humanos. Nada de esto es cierto como la crisis y el comportamiento de las instituciones europeas han demostrado en los últimos años. Sí, mirar hacia otro lado y cerrar los ojos ha implicado, por ejemplo, que el pueblo gitano sufra medidas discriminatorias y racistas en países como Francia, traducidas en deportaciones y restricciones al libre tránsito, o en Italia, con ataques y agresiones a poblaciones gitanas. Mirar hacia otro lado ha permitido, por ejemplo, que el sistema de vigilancia europeo de las fronteras, especialmente en puntos calientes como el estado español, Malta, Italia o Grecia se haya convertido en un sistema de muerte y de violaciones de los derechos humanos, promovido por esos mismos países que presumen de forma hipócrita de democracia y de respeto a los derechos fundamentales de las personas. Esos mismos países que han permitido que desde mediados de los años 90 se haya matado al menos a 20.000 personas en el mediterráneo. Las políticas migratorias han empujado a la muerte a miles de personas sin que exista ninguna responsabilidad política ni penal. Matar es legal en la Unión Europea cuando son personas categorizadas como indeseables. Mata quien legisla pero también, a otro nivel, quien se calla y se tapa los ojos ante esta barbarie. La tragedia de Lampedusa es la misma tragedia que sucede año tras año en las aguas del mediterráneo y la reacción europea e italiana un síntoma de la hipocresía e inmoralidad que se esconden tras las palabras vacías de los gobernantes. Europa no tiene futuro sostenida por unos cimientos donde las personas son meras cosas que sirven para cumplir objetivos económicos. Cuando esas mismas cosas son vigiladas sistemáticamente y dirigidas hacia la muerte o despojadas de la dignidad humana. Europa no tiene futuro si no empezamos a mirarla de frente y nos involucramos en una reconstrucción desde parámetros puramente democráticos y humanos, colocando a las personas, y también a los derechos de los seres vivos, en el centro de todas las decisiones.

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