La LOMCE es una ley ideológica. No desvelo nada nuevo. No tiene que ver con criterios pedagógicos y educativos ni pretende mejorar la calidad de la educación ni está pensada para el beneficio de los alumnos y demás miembros de la comunidad educativa. Mª Dolores de Cospedal lo ha dejado meridianamente claro: un modelo educativo hace que los futuros españoles, nuestros hijos y nuestras hijas, sepan lo que es su país y sepan cómo tienen que sentirse orgullosos de defender a su país. Esta es la expresión pura del nacionalismo español. La ideología que más muertos ha provocado en la historia de este estado, la que más ha favorecido la confrontación y el enfrentamiento, la que más ha faltado el respeto a las diferencias culturales y lingüísticas y la única por la que se ha dado golpes de estado, una guerra incivil y sediciosa y que ha sostenido una dictadura durante cuarenta años. Esta es la ideología que se encuentra detrás de las palabras de De Cospedal y de las políticas del Partido Popular. El ataque a la inmersión lingüística catalan es un ataque frontal a la diversidad y a la cultura y un paso atrás en la modernización y el progreso de cualquier territorio. Sé que esta ley tendrá poco recorrido porque la sociedad civil la echará abajo pero nos sirve para volver a destacar de qué esta hecho el pensamiento de la derecha de este estado, la más incivilizada e inculta de Europa.
No solo muestra cómo el peligro del nacionalismo español está muy vivo sino que también desvela la poderosa influencia que la Iglesia Católica española tiene en el gobierno. Hace mucho tiempo que los acuerdos con la Santa Sede se tenían que haber derogado pero ninguno de los partidos en el gobierno ha querido. El PSOE lo ha prometido muchas veces, como hace ahora, pero nunca ha cumplido y el Partido Popular es la iglesia y jamás hará nada que perjudique a los suyos. Lo cierto es que se la debería haber expulsado de la enseñanza sin contemplaciones por sectaria, proselitista, discriminadora, elitista y reaccionaria. Se la debería haber expropiado todas sus propiedades y centros educativos para devolvérselos a la sociedad. Pero no se ha hecho nada de eso. En cambio se ha fortalecido su presencia y su influencia y, de esta manera, se han convertido en una fuente perniciosa de desigualdad y desprecio a los derechos de las personas. No es solo que pretenda decir a una mujer si debe o no abortar en virtud de sus prejuicios ideológicos sino que también desprecia y anatemiza otras formas de vida, otras formas de estar en la sociedad que se opongan a la grisácea y restrictiva visión monolítica que enseña la iglesia en sus colegios. La iglesia pretende deformar a los educandos, los moldea hasta convertirlos en fanáticos y reaccionarios o dóciles según les convenga. Me refiero a esa Iglesia institucional, que siempre se ha aliado con los poderosos y ha trabajado para que la sociedad sea tan esclava y domesticada que no suponga un peligro para aquellos a los que sirven.