La ley religiosa del aborto por cortesía de Gallardón

Gallardón dice que las razones que le han impulsado a elaborar el nuevo proyecto de ley del aborto son éticas y constitucionales. Evidentemente esas supuestas razones constitucionales no existen, más allá de una lectura interesada y tergiversada del texto constitucional y de las sentencias del Tribunal Constitucional y las razones éticas no son universales, es decir, acordadas y aceptadas  por una mayoría, sino que se restringen a las propias de un pequeño sector de la población. La razón fundamental es la confesional, la religiosa. Es una ley religiosa que pretende reducir o eliminar los derechos de las personas y se basa en una moral personal y propia de un grupo religioso que trata de imponerse a la generalidad, sin importar la pluralidad confesional e ideológica de la sociedad. Y por supuesto, en contra del derecho de las madres a decidir libremente sobre su propio embarazo. La futura ley del aborto permitirá que un embarazo siga adelante aunque se diagnostiquen malformaciones fetales incompatibles con la vida en virtud de un principio que dice que la discapacidad no puede significar un trato desigual y una merma de derechos. Una locura. O niños y niñas con malformación o enfermedades graves cuyas vidas no les importarán lo más mínimo a Gallardon, Rouco y compañía ni al Partido Popular que boicoteó la ley de dependencia. No les importarán el dolor de una madre por tener que llevar en su vientre un feto que sabe que morirá al poco de nacer o a los pocos años de vida. No les importarán las consecuencias en las vidas de las familias ni en la del propio niño y niña y todo por un fundamentalismo religioso que les obliga a resignarse ante lo que les da la vida. Gallardón no es capaz siquiera de explicar racionalmente los cambios que pretende imponer porque se basa en prejuicios religiosos. No es capaz de explicar cuáles son las malas aplicaciones de la ley de 1985 porque sus razonamientos son los propios de la edad media. Y lo sabe. Impondrán la nueva ley igual que están imponiendo las medidas económicas, sociales y laborales antipersonas. La ofensiva no es solo económica sino también ideológica y moral. Aquí no estamos hablando de la defensa de los derechos de nadie. Esto es religión católica, apostólica y romana. Es simplemente integrismo.

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