Público ha publicado varios artículos sobre Catalunya, alguno de ellos infumables como el de Tomás Martín Tamayo y otros más interesantes como el de Pere Pugès i Dorna, miembro impulsor del grupo fundador de la Asamblea Nacional Catalana. Este último artículo se titula Nos vamos y me parece interesante comentar. Mi postura con respecto a Catalunya la he expuesto sucintamente en algunas entradas de este blog. Creo y defiendo el derecho del pueblo catalán de decidir y definir el modelo de estado que deseen y ante una posible independencia no comparto las consecuencias apocalípticas que los sectores más ultras de la derecha española se encargan de esparcir por los medios de comunicación. Aún así el pulso de Mas lo encuadro dentro de los movimientos habituales en la política de alcanzar mayores cuotas de poder y teniendo en cuenta que representa los intereses de los poderes económicos, como se puede apreciar empíricamente en las medidas que ha implementado en los últimos meses, su supuesta apuesta por el independentismo forma parte del teatro propio de la política actual. Todo esto le lleva a instrumentalizar un sentimiento real que comparten miles de ciudadanos catalanes aunque está por ver que sea de forma mayoritaria, más allá de los datos ofrecidos por algunas encuestas. Uno de los efectos más evidente de esta instrumentalización es la ocultación de la problemática económica, social y política de Catalunya y del Estado Español. Se deja de hablar de los recortes y se opta por un asunto más emocional, que genera mucha sensibilidad y sobre el que todo el mundo tiene una opinión, como la independencia catalana. Si nos preguntamos a quién interesa este ocultamiento nos encontramos de bruces con los poderes económicos. El artículo de Pere Pugés no responde a dónde se van, seguramente porque el lugar a dónde irían es el mismo en el que se encuentran los países europeos: neoliberalismo radical y sociedades socialmente injustas. Si no se cambia el continente en el que estamos qué más da que nos llamemos monarquía, república, nación o estado. Esto implica que el objetivo es cambiar el sistema y para alcanzarlo necesitamos la confluencia de fuerzas de tal manera que los poderes reaccionarios y regresivos se conviertan en lo que son minoría. Pere hace un análisis equivocado cuando se refiere al banco que se hunde, en referencia al Estado y a las clases dirigentes. Si fuera así yo también saltaría y dejaría que se hundiera pero el barco que se está hundiendo son los derechos fundamentales de las personas y la construcción de una democracia y de este barco uno no puede saltar en ningún momento. Pere se pregunta si se puede negar el derecho de los ciudadanos a saltar y salvarse sin plantearse que en estos momentos no hay una orilla diferente a la que se pueda nadar. Es saltar al mismo mar lleno de tiburones en el que nos encontramos actualmente, ya sea el mar español, catalán o europeo. Son los mismos tiburones que nos amenazan con comernos. Catalunya tiene el mismo problema que en el resto del Estado, no solo parecido, y que, aunque refiriéndose principalmente al Estado Español, resume Pere: “tienen unas clases dirigentes absolutamente egoístas y sin sentido común, sin amor a su país y a sus gentes y están gobernados por un montón de ineptos y vividores”. Si Pere cree que la clase dirigente catalana es diferente…Y además cree haber encontrado la solución: decidir por nosotros mismos. Pero esto no es una solución. Es un derecho. ¿De qué sirve que gobierne un catalán en una nación catalana que aplique las mismas medidas contra las personas que aplican Rajoy y Mas? ¿No es saltar a un barco gemelo con un nombre diferente pero compartiendo los mismos problemas, la misma injusticia y la misma miseria? ¿Qué diferencia habría entre una monarquía y una república si en ambas gobernara Botín? Plantear la independencia de Catalunya sin afrontar los problemas reales que sufren los catalanes, franceses, portugueses, italianos y demás pueblos de Europa es de una miopía política preocupante. Plantear la independencia sin que haya un modelo alternativo de sociedad más justa socialmente y democrática solo implica más de lo mismo. Ni cataclismos ni paraísos terrenales. Ni visiones apocalípticas ni arrebatos místicos. Por favor.