No conozco la región china de Xinjiang ni Urumqi y después de leer el artículo «Xinjiang: el espejismo del Turquestán oriental» de Higinio Polo en El Viejo Topo, y reproducido digitalmente por La Haine, tengo la impresión de que él tampoco. Sí conozco Lhasa y el Tibet, región con la que establece analogías en razón del conflicto de los uighures y tibetanos con el gobierno chino. Las tensiones étnicas en China son evidentes en un país con más de 50 grupos étnicos. Los occidentales somos conocedores del conflicto en Tibet y, en menor medida, con los uighures pero poco más. Lo que nos llega son las interpretaciones en clave partidista de las partes en conflicto pero muy poco o nada sobre las realidades políticas, sociales y culturales de estas etnias. Los análisis políticos que se hacen sobre estos conflictos apenas las mencionan como si lo que las personas viven en su día a día no importara ni tuviera peso en la comprensión, normalmente compleja, de lo que sucede. El acercamiento teórico o el análisis bajo claves estereotipadas, que bien se pueden referir al conflicto uighur como al de los mapuches, y sesgadas por el posicionamiento político de los analistas no aclara sino que forma parte de la propaganda, a la cual desgraciadamente, estamos habituados por parte de los gobiernos y poderes implicados. La consideración violenta y agresiva de los activistas que defienden sus derechos suele ser destacada por los poderes contra los que luchan con la intención de desacreditar su lucha y convertirles en meros delincuentes o terroristas, que solo quieren hacer el mal. Esta visión reduccionista, que simplifica el conflicto en aquellos que cometen actos terroristas y aquellos que luchan contra el terrorismo, permite obviar lo que hay detrás de los hechos y de las acciones. Permite el análisis superficial y simplista, muy eficaz porque, en función de nuestro estereotipo ideológico, nos permite fácilmente optar por una de las partes enfrentadas. Higinio Polo es capaz de reducir una realidad en China, no solo en Xinjiang o en el Tibet, como es la represión del gobierno chino a sus ciudadanos, en una versión de la prensa occidental o hablar solo de una de las características de la emigración en China, la económica, y negar la instrumentalización política (deliberada, por supuesto, reflexionada y planificada) de este fenómeno, impulsado directamente por el gobierno chino desde hace décadas. Calificar el movimiento de trabajadores chinos por toda China, principalmente de la etnia Han aunque no exclusivamente, como espontánea es una señal de ignorancia de la realidad y del análisis estereotipado y partidista de una realidad compleja. Se critica la utilización de palabras, por abusivas, como «genocidio cultural» pero no tiene reparos en calificar de cacerías y «pogromos» los conflictos en Xinjiang en el verano del 2009. Existe en el artículo una mezcla de estereotipos, de verdades, de medias verdades y de falsedades que impiden una acercamiento profundo a una realidad, repito, compleja. Se destacan algunos aspectos y no se mencionan otros que permitan tener una visión más completa. No ayuda a comprender sino a confundir. El lenguaje interesado y manipulador viene a condicionar al lector y oculta, seguramente porque se desconoce, la realidad social y cultural de esta etnia la cual, según el autor, sufre «supuestas» persecuciones. Y es que, claro, son islamistas terroristas, manipulados y teledirigidos por las fuerzas del mal y el gobierno chino un defensor de los derechos de los pueblos y un garante de sus culturas. ¿Queda claro?