La frase que da título a esta entrada fue pronunciada por un político, Nestler Jindrich, del Partido para los Trabajadores por la Justicia Social (DSSS) mientras se manifestaba en el pueblo checo de Novy Bor junto con 300 neonazis, que coreaban consignas contra los gitanos. Este tipo de partidos de extrema derecha y furiosamente antigitanos no son ya una excepción. Hungría, Eslovaquia, República Checa, Rumania, Italia o Francia son ejemplos de cómo el odio y la violencia se extiende por el mapa de Europa, que no se desmorona exclusivamente por motivos económicos. Las agresiones al pueblo gitano y el crecimiento electoral de estos grupos violentos no pueden seguir pasando desapercibidos a los ciudadanos que defienden y creen en el valor del respeto entre las personas. No se habla de esto a pesar de que siguen llegando noticias preocupantes sobre la situación del pueblo gitano y sobre los comportamientos inaceptables dentro de muchos países europeos que dicen defender valores democráticos. Estamos hablando del peor problema de derechos humanos que existe en Europa. ¿Qué más tiene que pasar?