Entre pillos anda el juego


Sabemos cómo es la mente humana de maleable y lo eficaz que resulta la repetición de un mensaje a través de distintos medios para insertar ideas extrañas y falsas, que se apoyan en medias verdades, mentiras y manipulaciones o en pequeños trozos de realidad utilizados interesadamente. La asociación de imágenes junto a textos o locuciones diseñadas para crear opinión se evidencia como uno de los recursos más eficaces. El control de los medios de comunicación así como la imposición de ideas que sustentan un sistema, compartidas por las élites, permite la construcción de opiniones que facilitan intereses más prosaicos, dirigidos a satisfacer las necesidades de los grupos de poder. La comunicación se ha convertido en una herramienta de control de la sociedad más efectivo que las antiguas y obsoletas dictaduras. Sí los grupos de poder económico deciden imponer reformas económicas que favorezcan a sus intereses, se inicia la maquinaria para hacer creer a la población de la necesidad de esas reformas. Aunque no haya ningún motivo para que se hagan de la manera en que la diseñan. Eso da igual. La reforma de las pensiones ha sido un ejemplo de cómo se ha aprobado sin que se necesite, solo con la repetición de varias ideas como que la seguridad social está en peligro o el riesgo del envejecimiento de la población. Se optó por provocar miedo y sensación de perentoriedad, si no se hace: ¡catástrofe! Nada era cierto. Lo que no se les ocurrió hacer fue informar, potenciar debates y favorecer el análisis sobre lo que la sociedad necesita. Se diseñó una acción conjunta desde el ministerio y gobierno, los medios de comunicación teledirigidos y la presencia de expertos que dieran una imagen de seriedad. Todos con un objetivo en común, la venta de una idea. Así es como ven a los ciudadanos. Simples compradores. Y compramos, vaya que si compramos. Somos capaces de defender, con uñas y dientes, ideas que no son nuestras, sobre las que no hemos leído ni tenemos ninguna formación, sobre las que no hemos realizado ningún análisis y sobre las que apenas tenemos más que una mínima información. Aún así miraremos por encima del hombro a quien se atreva a discutir “algo tan obvio” o nos embarcaremos en discusiones interminables y, en ocasiones, agresivas. La repetición de ideas, la alusión a aspectos morales y la apelación a emociones, que bien movilicen como la ira o bien paralicen como el miedo, son las herramientas de trabajo de los manipuladores de masas del siglo 21.

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