La superficialidad de Zapatero es sonrojante. En Túnez, después de las protestas populares que provocaron la caída del dictador Ben Ali (ahí queda eso), el presidente español se desmarcó diciendo que las «revueltas» favorecerán que los turistas acaben eligiendo España como destino turístico. Y se quedó, así, tan pancho, con la ceja levantada.