Nuestro bando

Espiar está bien sí se hace contra los que no están en nuestro lado. También se les puede bombardear, expulsar de un país o meter en prisión. La cuestión no radica en si los hechos son censurables sino en quién lo hace. Si estafa un igual es diferente a si estafa un contrario. Lo primero es perdonable, se pueden encontrar motivos, minimizar, normalizar o ignorar. Lo segundo, nos rasgamos las vestiduras, sacamos el repertorio de reproches y las frases hiperbólicas. Estar en nuestro bando sirve para que los juicios sean más benévolos o para defender lo que se critica ferozmente en los antagonistas, los de enfrente. También para callarse. Gritamos frente a los otros y nos callamos ante los nuestros. Se puede espiar, estafar y matar siempre que sea a los otros. Si es a los nuestros, podríamos definirlo como atentados a la democracia o genocidios. La sociedad de la información se ha convertido en la sociedad de la confusión, de la irreflexión y del cinismo. Abominamos de los medios generalistas pero no dudamos en consumir información de páginas web, autodenominadas alternativas, que no contrastan, que convierten las opiniones en hechos incontrovertibles y que, en muchos casos, están dirigidas para manipular la opinión pública de determinados grupos políticos. Información que se viraliza y se asimila acríticamente. Cuenta más quién lo publica que la autenticidad del contenido. La rapidez con la que se consume la información hace imposible que se pueda verificar y contrastar. Al final se tiende a aceptar de forma acrítica todo aquello que coincide con un modo de pensar y soslayando las contradicciones que lleva, en muchas ocasiones, a defender aquello que se critica de los otros.

No tenemos tiempo para pensar, es decir, pararse, reflexionar, compartir y contrastar. Tenemos la urgencia de tener una opinión y de apoyar una postura. Esto nos lleva a leer de forma compulsiva en las redes sociales, noticias viralizadas, compartidas por decenas de personas con las que se tiene una cercanía ideológica, lo cual convierte esas noticas en fiables y veraces. Confiamos en aquellas personas que creemos que están en nuestro bando. No nos pueden mentir. Esta confianza hace que bajemos la guardia y nos convirtamos en fácilmente manipulables. No habrá muchas personas que no hayan difundido mentiras, bulos y conspiranoias. Normalmente hay una coincidencia con la creencia política, es decir, tienen sentido o son posibles en función de la mirada que tenemos sobre el mundo. Otras confiamos en el emisor, porque es de la misma cuerda o se define como tal. En este contexto los trabajadores de la manipulación tienen el campo abierto, sin obstáculos, para maniobrar y dirigir la opinión pública. Que pensemos lo que quieren que pensemos. La extrema derecha ha encontrado un filón en este sentido porque ha sido capaz de introducir en los debates de las redes sociales ideas que han servido para modelar y atraer a simpatizantes. Pero también la izquierda autoritaria que suele posicionarse al lado de los gobiernos amigos y frente a los pueblos que sufren su mandato. La intoxicación informativa de estos grupos provoca un efecto relacionado con la moral. Se produce una inversión moral en la que acciones negativas se convierten en positivas. El agresor se convierte en víctima y la víctima se convierte en agresor como sucede en la guerra de Rusia, para la izquierda autoritaria, o con el fenómeno de la inmigración, para la extrema derecha.

Se puede espiar a los independentistas catalanes porque pretenden romper con la unidad del estado español. Se puede expulsar a los inmigrantes y refugiados a otros países fuera de Europa para preservar la seguridad. Se pueden bombardear ciudades y posiciones civiles ucranianas porque hay nazis en Ucrania. Se puede tolerar la presencia de la extrema derecha en un gobierno porque les han votado millones de electores. En la sociedad hay grupos, no minoritarios, que pueden defender cualquiera de estas afirmaciones. Todos tienen razones para hacerlo. La mayoría de los que las defienden pertenecen a la extrema derecha y a la izquierda autoritaria, conservadora y rojiparda, que lejos de estar en orillas opuestas comparten muchos espacios ideológicos en relación a la guerra de Rusia, inmigrantes y refugiados y el nacionalismo. Aunque si hay un área en la que los extremistas han tenido mucho éxito es la inmigración. Países como Reino Unido o Dinamarca están negociando con países fuera de Europa para expulsar a los inmigrantes y refugiados. No es necesario tener un gobierno de extrema derecha para hacer políticas de extrema derecha. Únicamente se asimilan sus planteamientos. La fascistización, cada vez menos sigilosa, en Europa no se debe a la mayor presencia y apoyo de grupos y partidos extremistas sino también a la absorción de su ideario y del marco ideológico a partir del cual defienden sus ideas. El problema no es solo que VOX forme parte del gobierno de Castilla y León sino que muchos de sus planteamientos se van haciendo hueco en la cabeza de las ciudadanas que ni les votan ni, en este momento, tienen pensado votarles nunca.

Mientras, el apoyo proputin tiene menos recorrido y vuelve a condenar a esa izquierda autoritaria al aislamiento y a la lejanía de la mayor parte de la sociedad. Hacen ruido en las redes sociales pero sin impacto en la calle. Los posicionamientos de la izquierda autoritaria son la excusa perfecta de la derecha, la extrema derecha y el sector conservador del pesoísmo para atacar a toda la izquierda, para situarla una y otra vez en los márgenes e incapacitarla para la gobernanza. Bailar el agua a los sectores más conservadores de la sociedad es la especialidad de esa izquierda desnortada. No tienen mejor aliado que aquellos que se posicionan al lado del mayor financiador de grupos y partidos de la extrema derecha europea, alimentando a su vez la confusión entre el régimen de Putin y la etapa soviética que sirve para engañar a los nostálgicos y confundidos izquierdistas. Pero también hay que reconocer que son coherentes. Como autoritarios, defienden regímenes autoritarios. Es fácil reconocerlos. Ante un conflicto, se posicionan al lado del gobierno afín ideológicamente y critican ferozmente a las personas que se rebelan, luchan y ponen en peligro sus vidas por enfrentarse con el gobierno. Les desacreditan y les convierten en marionetas de otros, les niegan el derecho a luchar por sus libertades y derechos y aplauden la represión y el castigo al disidente. Estos autoritarios no son muy diferentes de esa extrema derecha que crece imparable en un contexto social y político muy favorable. Las dos caras de una misma moneda que produce al caer los mismos resultados.

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