Los espantajos de las sociedades libres


El anticomunismo sigue siendo un elemento catalizador de las sociedades occidentales, donde el capitalismo ha impuesto sus reglas, pero su capacidad para estimular el miedo está en decadencia con las nuevas estrategias. La simple mención del anticristo comunista servía para conjurar a un amplio sector de la población, que durante años fue bombardeado con la idea de que esos rojos eran como mínimo comeniños, de tal manera que se evitaba el ascenso de partidos catalogados como comunistas. Ser acusado de socialista tenía menos fuerza porque esta categoría se asociaba con la socialdemocracia que, aunque adoptó sin pudor alguno las tesis neoliberales, siguió utilizando la denominación socialista para mantener la fidelidad de una parte de su electorado. La caída del muro de Berlín fue interpretada como un triunfo de las sociedades libres que estaban concentradas alrededor del capitalismo. Un triunfo de la democracia y de la libertad frente al terror y la opresión que representaba el comunismo. Los medios de comunicación se encargaron de difundir esta idea a una población inmersa en un proceso de desideologización que convertía las ideologías en algo propio de los fanáticos. 

El mundo libre se quedó sin un espantajo que zarandear y tuvo que buscar otro que permitiera mantener a las sociedades temerosas de los enemigos exteriores. La lucha contra estos enemigos ha servido para incluir en las legislaciones medidas que atentaban contra los derechos fundamentales de las personas. En el estado español, el comunismo es un espantajo que actualmente se utiliza con menos frecuencia que el del terrorismo de ETA [que para más inri eran comunistas]. La lucha contra el terrorismo ha servido para erosionar los cimientos de una democracia a medio construir a base de torturas, secuestros, sospechosas decisiones judiciales y actuaciones policiales, endurecimiento del código penal ad hoc y complicidad política ante las irregularidades cometidas por el Estado. La prioridad que se daba al fin favoreció la utilización de cualquier medio sin importar las secuelas que provocaban en el proceso de democratización. La complicidad no solo fue política, policial y judicial sino también civil. Una gran parte de la población estaba de acuerdo en utilizar cualquier medio para acabar con el terrorismo. Los medios de comunicación se encargaron de formar la opinión para convertir las prácticas sucias del Estado en algo legítimo ante el terror. Pero ETA es un elemento local que como tal no podía ser trasladado a otros países occidentales, a excepción de Francia. El terrorismo a escala global se convirtió en el nuevo espantajo mundial a partir de los atentados a las Torres gemelas neoyorquinas.

La lucha contra el terrorismo protagonizado por fundamentalistas musulmanes es la nueva amenaza que temen las sociedades occidentales. Los atentados de Madrid y Londres y los últimos contra el semanario satírico Charlie Hebdo en Paris y en Copenhague son las pruebas de que los países ricos están en el punto de mira. Esta amenaza real es utilizada por los gobiernos occidentales para implantar medidas policiales y judiciales que pueden menoscabar los derechos fundamentales de las personas. Una de las primeras medidas que se anunciaron tenían que ver con la restricción de movimiento y el blindaje de las fronteras. En el Estado Español el atentado al semanario satírico y el consiguiente temor que generó han servido para reeditar la colaboración entre el PSOE y el PP. Uno de los señuelos que se suelen utilizar para buscar el apoyo de la sociedad es la alusión a la libertad. Las sociedades occidentales están cohesionadas en torno a la libertad. Las mismas sociedades libres que se impusieron ante el terror comunista ahora tienen que enfrentarse a lo que llaman terror yihadista. El pacto antiterrorista español incluye una definición tan vaga del terrorismo que puede convertir las protestas en un acto terrorista, y a quiénes protestan en peligrosos terroristas, y limitar los derechos de expresión e información. Las definiciones vagas de terrorismo sirven a los gobiernos para actuar de forma arbitraria contra cualquiera que considere un peligro para sus intereses. Además la inclusión de la prisión permanente revisable permite la aplicación de facto de la condena perpetua dentro de un código penal que ya era uno de los más duros de la Unión Europea. La condena perpetua junto con la pena de muerte han formado parte de las reivindicaciones más duras de los sectores fundamentalistas de la extrema derecha española.

La libertad de expresión está amenazada por el terrorismo yihadista. Esto es lo que nos dicen los gobiernos occidentales. La lucha contra el terrorismo es una lucha contra la libertad y la barbarie aunque la mayoría de estos gobiernos provocan, participan y apoyan las guerras en países como Siria, Iraq o Afganistán. El análisis de las causas complejas que provocan las acciones terroristas debería ser una prioridad para alcanzar soluciones satisfactorias pero el comportamiento de los gobiernos, que se consideran defensores de la libertad, no permite ser muy optimista al respecto. Siguen generando inestabilidad, violencia y odio en aquellos países que consideran el eje del mal [islamista] en aras de una libertad que los bombardeados de Bagdad o Alepo niegan. ¿Qué libertad puede ver un bagdadí cuando mira a su alrededor y ve muerte y destrucción? ¿Podemos esperar que los gobiernos que han participado en la barbarie puedan hacer un acto de contrición y reconocer su responsabilidad no solo en las muertes en Siria sino en los atentados sufridos en ciudades europeas? No lo creo. No solo no se consideran responsables sino que se refugian en el victimismo. El nuevo enemigo de las libertades occidentales se llama el Islamismo. Y de nuevo como en el anticomunismo, gran parte de la sociedad civil es cómplice porque compra los argumentos de su gobierno. Tener rasgos árabes se está convirtiendo en un elemento de sospecha. La islamofobia forma parte del ideario de cada vez más partidos políticos y de cada vez más personas. Pero para los gobiernos esto no es importante siempre que puedan aplicar medidas represivas que permitan tener un mayor control de la población.

Representación antisemita del Judensau

Sí, la libertad de expresión se ha degradado tanto en los países libres que dibujar a Mahoma como un cerdo se considera un paradigma de la misma. Esto es lo que tiene el humor. Da permiso para degradar religiones o países [o gitanos o discapacitados]. Evidentemente la estupidez no es motivo para asesinar a nadie y la responsabilidad última siempre es del que aprieta el gatillo, cegado por una estupidez mayor que el que dibuja a Mahoma como un cerdo. El espantajo del terrorismo no nos deja ver que detrás de dibujos como estos existe un posicionamiento político muy cercano a la intolerancia y a la xenofobia y que replica en el imaginario colectivo el rechazo a lo diferente, que representa en este caso el Islam. Podré defender que se pueda dibujar a Mahoma como un cerdo y, por supuesto, estaré en contra de que alguien muera por ello, pero no lo aplaudiré ni me pondré al lado del dibujante en ninguna manifestación. Una sociedad que respeta al otro diferente tiene que criticar a aquellos que insultan, menosprecian y degradan. No podemos olvidar que en la historia de Europa el antisemitismo, centrado en los judíos, no era un posicionamiento marginal y los dibujos de judíos como cerdos y otras caricaturas formaban parte de una iconografía dirigida a mofarse y a deshumanizar al judío. La intolerancia no puede ser alimentada de ninguna manera y la crítica de la sociedad a aquellos que se esconden detrás de un dibujo para alimentar el rechazo al diferente es indispensable. De otra manera allanamos el camino al discurso del odio y ya sabemos cuáles son las consecuencias.

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