Cada vez más gente sabe que la Unión Europea es un proyecto fracasado. En los últimos años se ha hecho evidente porque las aristas de la Unión se han afilado en estos años de crisis económicas y financiera pero este fracaso es una realidad desde hace años. La construcción de la Unión a espaldas de los ciudadanos y la prevalencia del mercado como centro de las decisiones de la Comisión Europea han sido dos de las variables que han hecho descarrilar la idea de una Europa de los pueblos, solidaria y fraternal. Una idea que, probablemente, nunca estuvo en la mente de los promotores de la unión.
Evidenciar el fracaso europeo es considerado por los que han colaborado en este fracaso como euroescepticismo. Son los mismos que cuando hablan de Europa utilizan términos como libertad, derechos humanos y democracia. Este canto de sirena, tan atractivo, tan ilusionante, es el que ha encandilado a millones de personas que han creído las palabras aunque los hechos apuntaban a que eran solo humo. Los gitanos europeos y los inmigrantes tendrían mucho que decir sobre el respeto de los países europeos a los derechos humanos. Los griegos, a su vez, escribirían enciclopedias sobre la democracia aplicada en su país a instancias de la troika.
El espacio europeo lejos de haberse convertido en territorio antifascista es un avispero de grupos de ultraderecha. Esta es una de las consecuencias de haber construido una europa pensando en los mercados y en el capital. Después de lo sucedido en la Segunda Guerra Mundial, el holocausto judío, las matanzas de gitanos, homosexuales e izquierdistas, en la europa que surgió de sus cenizas sigue existiendo un preocupante antisemitismo, antigitanismo y los mismos prejuicios hacia la izquierda. Ucrania es un ejemplo de la utilización por parte de la Comisión Europea de los grupos fascistas por intereses económicos y geoestratégicos. Esta visión utilitarista del fascismo permite su convivencia con los poderes económicos. El fascismo no es su enemigo. Lo es el gitano, la gente pobre, el inmigrante o el comunismo. Contra estos últimos puño de hierro.
El domingo, 25 de mayo, se celebrarán unas nuevas elecciones europeas para elegir un parlamento desgraciadamente inoperante, amordazado y maniatado por los que dirigen la Unión. Nos cuentan que ahora podemos elegir al presidente de la comisión aunque, en realidad, sea Merkel, como rostro visible de aquellos que mandan, la que dé el visto bueno al que los ciudadanos europeos elijan. Sería muy ingenuo pensar que si Tsipras ganara, fuera ratificado como presidente. Lo más probable es que gane el derechista Juncker, un buen esbirro que equipara a las personas a las mercancías. Si estas se mueven libremente, por qué no lo podrían hacer las personas.
Se elegirá un parlamento de una Unión Europea moribunda con la esperanza de muchos de revivir al paciente. La esperanza de que una vez en Bruselas se pueda influir en las políticas de la Unión. ¿Cuántas veces nos tendrá que decir la realidad que esto no es posible? En el Estado Español, las elecciones actuales tienen aspectos novedosos como la aparición de nuevas fuerzas políticas con aparentemente otras formas de hacer política pero nada de lo que hemos podido ver y escuchar durante la campaña es diferente a lo que hemos podido ver y escuchar en otras anteriores. Los deseos y esperanzas de cambio chocarán contra el muro de Bruselas. ¿Cómo se puede cambiar esta Europa cuando son el BCE, el gobierno alemán, la comisión europea y los poderes económicos los que deciden hacia dónde vamos? ¿Cómo se puede acabar con ellos desde un Parlamento sin poder? ¿Cómo se puede acabar con ellos si la mayoría de los ciudadanos europeos dan su apoyo a partidos que son el sostén de esos poderes?
Estas elecciones no parecen ser la llave.