Los españoles son, en su mayoría, racistas. Sus negros se llaman gitanos y este hecho se mantiene desde hace siglos. A lo largo de los mismos se han interiorizado prejuicios y estereotipos sobre el pueblo gitano que se tienen por realidad y, lejos de cuestionarse, permanecen inamovibles.
Aún así cuando se pregunta a los españoles si creen que en este estado hay racismo, contestan que no. No existe un reconocimiento a pesar de que en la encuesta del CIS el pueblo gitano aparece como el más rechazado una y otra vez.
Uno no se para a pensar en lo que piensa sobre lo diferente cuando lo que uno cree es que lo diferente es el que tiene el problema. Y en estas estamos. Siendo racistas pero sin saberlo.
Así, el juez Ignacio de Ramón, y titular del juzgado de lo penal nº 18 de Barcelona, considera que el alcalde de Badalona, Xavier García Albiol, estaba expresando un problema de los vecinos cuando afirmó que todos los gitanos rumanos que viven en la ciudad son delincuentes.
No es solo una sentencia más. Es una manera de decir a la sociedad que llamar delincuente a un pueblo no es un delito. Que calificar a un pueblo como lacra o plaga es lícito porque señala un supuesto problema de la sociedad. Que se puede convertir en verdad, una acusación basada en planteamientos racistas y da igual.
García Albiol, como es lógico, contentísimo: “La justicia ha estado a la altura y ha sido justa para los que peor lo están pasando y viven el problema”. El problema, por supuesto, son los gitanos rumanos. Delincuentes, lacra y plaga. Palabra de juez.