Este país está enfermo. Enfermo de ignominia, de deshonestidad, de sinvergoncería. Enfermo porque nadie asume las responsabilidades de nada de lo que hace ni nadie les obliga a que las asuman. Nadie dimite se llame Blanco, Mato, López, Rajoy o Montoro. Nadie asume la responsabilidad de unas muertes como las ocurridas por causa de la patrullera de la Guardia Civil que arrolló a una patera. Siempre habrá una justificación, que desde las más altas instancias se avale, se apoye, se defienda. Vale más el honor de una mierda de institución militar, feroz en su comportamiento durante la dictadura fascista, que la muerte de unas personas. El mensaje es que todo vale. Puedes robar, matar, defraudar, torturar, pegar, violar o mentir. Puedes hacer lo que quieras que no pasa nada. No tienes que dimitir y si se te juzga, será con benevolencia. Este país huele que apesta cuando se sigue mintiendo y estirando una mentira como la del 11M, sin importar el sufrimiento y el dolor que provoca a sus víctimas, con el mayor descaro, con insoportable hipocresía. No se tiene ningún respeto a las víctimas pero da igual. Todo es política de vertedero, acuerdos rastreros, mensajes de mierda. Este país está enfermo por los políticos que se aprovechan de sus instituciones, que las degradan con su comportamiento pero que, al mismo tiempo, se declaran los protectores de las mismas. Enfermo por los pseudociudadanos que apoyan con sus votos a los delincuentes, a los mentirosos, a los ladrones y que repiten, cual loro idiota, las invenciones que justifican sus tropelías. Enfermo cuando las víctimas se tienen que marchar y los agresores permanecen, socialmente sostenidos, bien alimentados. Este país tienen metástasis y el tratamiento o es revolucionario o no es tratamiento. Mientras tanto son cuidados paliativos hasta que se muera definitivamente.