El confidencial se ha destapado con un artículo sobre la actuación de la Unidad de Intervención Policial desde dentro, desde la perspectiva de un antidisturbios y, por supuesto, no se han preocupado de cuestionar las afirmaciones y comentarios que hacen estos policías. El presunto periodismo que se dedica a actuar de vocero no es periodismo. Sin crítica, sin cuestionamiento, sin contextualización es simple propaganda. En el artículo se presenta a la UIP como pobres marionetas de los partidos en el poder y simples receptores de órdenes. Y no les falta razón. Son el brazo armado que ejecuta las órdenes de represión ciudadana apoyados en un sistema legal que les permite el abuso de la fuerza y en un sistema político que legitima y fomenta un clima proclive a la acción violenta, desde los comentarios de las Delegaciones del Gobierno hasta los de políticos afines que tildan las protestas de violentas o contrarias a la democracia. Los medios de comunicación afines son los encargados de transmitir masivamente las directrices del gobierno dirigidas a criminalizar a los manifestantes, centrándose en las imágenes de enfrentamiento y destacando aquellos hechos que les permiten fortalecer la idea principal de criminalización: quema de contenedores, lanzamiento de piedras y botellas, entre otros. El sistema legal, político y los medios de comunicación fortalecen, justifican y legitiman el uso de la violencia contra las personas que acuden a las manifestaciones. La UIP actúa de forma tan violenta, arbitraria e indiscriminada porque el poder político se lo permite. En Madrid, Cristina Cifuentes es la herramienta del gobierno que ha legitimado la violencia del estado contra el pueblo. Si hacemos una lectura del artículo nos encontramos con lo siguiente:
Como organo policial jerarquizado no actúan hasta que reciben la orden de su inmediato superior y este de su superior político pero una vez que desenfundan la porra la utilizan profusamente, de manera indiscriminada golpeando a cualquiera que se encuentre en su radio de acción y, en muchos casos, no respetando el uso reglamentario de la porra golpeando en zonas sensibles del cuerpo como la cabeza.
No es una leyenda. Existen suficientes documentos gráficos que permiten concluir que una gran parte de las actuaciones de la UIP son arbitrarias e indiscriminadas. Las imágenes con los porrazos a personas indefensas o que no están mostrando comportamientos agresivos son muy abundantes.
Esta frase de un miembro de la UIP se podría ajustar a otras unidades policiales pero en ningún caso a la Unidad de Intervención Policial. La actuación de esta unidad genera caos, inseguridad, miedo, frustración, rabia e impotencia en muchas de las personas que participan y son testigos de sus actos. Su actuación es el camino más corto para la confrontación social lo cual está muy alejado del orden público. Lo que sí es cierto es que los miembros de la UIP se creen a pies juntillas que ellos son garantes del orden público porque es lo que les repiten diariamente. No dejan de ser un grupo cerrado, unido, muy homogéneo, que actúan en equipo, que se cuidan las espaldas, generándose lazos muy estrechos entre ellos, y ya se sabe que los grupos pueden hacer que hagamos lo que normalmente no haríamos por nuestra cuenta. Estaríamos hablando de fuerzas sociales como la conformidad y la obediencia que permite que hagan lo que hacen y que sean capaces de justificarlo. Tienen que hacer frente a la disonancia cognitiva que produce el pegar a una persona y ser policía. Disonancia que es resuelta pensando que son los garantes de la seguridad y el orden público. Ser un simple mamporrero no es plato de buen gusto para cualquiera.
Pues los hechos nos dicen que no es necesario. La UIP ha realizado movimientos entre los manifestantes que ha desembocado en cargas sin que se hayan producido acciones violentas por parte de estos. En otras ocasiones, las formaciones tácticas que adopta la UIP y que permiten anticipar una carga es respondida por una mínima reacción (lanzamiento de una botella o gritos de estas son nuestras armas, mientras se levantan las manos, cruzadas con un hijos de puta) para desencadenar una respuesta violenta desproporcionada. Aún así el motivo fundamental para que empleen la fuerza es la orden política la cual no tiene por qué ajustarse a un comportamiento violento de los manifestantes, como se puede demostrar en las cargas que se han producido desde el verano del 2011 hasta la actualidad. Aprovechan la más mínima reacción para justificar el abuso de fuerza, que no se rige por la intervención mínima de la fuerza y menor lesividad. Lo que sí es cierto es que aunque emplean la fuerza de manera muy violenta podrían hacerlo con más intensidad. Medios tienen para ello.
La misión es la que existe tras la orden que se recibe desde instancias políticas que no es otra que la criminalización de los movimientos de protesta y generar miedo que favorezca la no participación en convocatorias posteriores. Y detrás de todo esto, una vez consideradas las protestas como antisistema y antidemocráticas, la aplicación de las medidas políticas que deseen sin gran contestación social. En la práctica la actuación de la UIP tiende a paralizar la ciudad. Se corta el tráfico y se impide el transito libre por determinadas zonas de la ciudad. En el barrio de Las Letras, al lado del Congreso de los Diputados, se han cortado calles y han impedido a los vecinos acceder a sus calles y viviendas, obligándoles a dar rodeos innecesarios. La protesta ante estas molestias podría conllevar una identificación y una más que probable multa. A esto se une el constante ruido que provoca el helicóptero policial, que sobrevuela una y otra vez los edificios de los barrios de Lavapiés y Las Letras. Esto sí es ruido y no el que provocan los manifestantes. Los grupos minúsculos son la excusa que necesitan para repartir mandobles a diestro y siniestro.