La privatización de la sanidad pública me mata



Negar la realidad una y otra vez aunque los hechos demuestren lo contrario de lo que uno defiende es una estrategia política muy utilizada pero lo más sorprendente es que haya ciudadanos que se lo crean. A Ignacio González, el delfín de la condesa Esperanza Aguirre, se le puede preguntar si está privatizando la sanidad pública madrileña que sin ningún rubor dirá que no a pesar de que con los nuevos presupuestos ningún hospital de la Comunidad de Madrid tendrá una gestión puramente pública. Ni los recortes ni la privatización gradual de la sanidad son ajenos ni propios de la actual situación económica que atraviesa el Estado Español y esta Comunidad. Forman parte de un plan de privatización de los servicios públicos, de marcado carácter neoliberal, que la derecha madrileña viene implantando desde hace décadas y sostenido por un sorprendente pero gran apoyo popular. La ecuación es muy sencilla cuando el resultado que se espera conseguir es ganar mucho dinero y ante esta expectativa los medios utilizados son cualquiera que sirva a este propósito e independientes de las consecuencias que se puedan provocar. No hablan de sanidad sino de la oportunidad de hacer negocio, no se habla de pacientes sino de costes. Si pronuncian las palabras gestión eficiente debemos mantenernos en alerta porque significa seguir deteriorando los servicios públicos. Es dinero. Solo hablan de dinero e intentan camuflarlo con eufemismos, pervirtiendo el significado de palabras como universal, gratuito y público de la misma manera que han pervertido el significado de la democracia o de la libertad. Y no les importa lo más mínimo puesto que desde su atalaya privilegiada todas estás críticas no les afectan. Lo único que les puede afectar es que les desmantelen el negocio. Intentar debatir con esta gente sobre los recortes en sanidad, o en cualquier otro servicio público, es un ejercicio inútil puesto que mientras uno habla de la salud, ellos están hablando del dinero, del negocio. Como se decía en la película de El padrino, no es nada personal, solo negocios.

Este es el negocio:




Como es conocido, Rodrigo Rato, Ignacio López del Hierro, marido de María Dolores de Cospedal, Teresa Echániz Salgado, hermana de José Ignacio Echeniz, consejero de Sanidad y Asuntos Sociales de la Junta de Castilla-La Mancha,o  Manuel Lamela, ex consejero de Sanidad de Esperanza Aguirre en el Gobierno de Madrid, tienen relación con la Empresa Capio, que facturó 570 millones de euros en el año 2011 y controla más de 22 centros sanitarios en toda España. El 75% de sus ingresos proviene de la sanidad pública gracias a sus contratos con diferentes gobiernos regionales. Es la mezcla ideal de la política con los negocios y un ejemplo de la vampirización de lo público por las empresas privadas. Detrás de está empresa está el fondo de inversión CVC Capital Partners, cuya sede fiscal se encuentra en el paraíso fiscal de Luxemburgo, y que es una Sociedad de Inversión de Capital Variable (SICAV), que goza de evidentes ventajas fiscales a la hora de tributar por sus beneficios. La política, los paraísos fiscales, las SICAV, los fondos de inversión, la banca, el FMI, el dinero, el dinero y el dinero. En todo esto la salud es solo un medio para aumentar los beneficios y no importan los efectos que tengan sobre la población.

Estos son los efectos en la salud:

El FMI es malo para la salud. «Las privatizaciones masivas en los países post-comunistas  fueron también asociadas a reducción del número de médicos, dentistas, y camas hospitalarias. Además de un aumento de la mortalidad por abuso de alcohol, enfermedades cardiovasculares, suicidios y homicidios, especialmente entre hombres«.

Estos son los efectos de los recortes en los servicios públicos:





¿Alguien cree que esta información interesa a Ignacio González y compañía? Nada, no interesa nada. Este es el nivel de los políticos que miran a su cartera y desprecian al ciudadano.

Periodista: Calculan ustedes que se acumulan 45 millones de medicamentos en los hogares, ¿es responsabilidad de los ciudadanos o de quienes prescriben?


Ignacio González: No lo sé. En todo caso creo que nadie puede negar que en este país hay una costumbre, una tradición, de acumular medicamentos en casa.


¡Sigh!

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