Artur Mas y Mariano Rajoy son el mismo perro con distinto collar. Uno con el collar catalán y otro con el español. Ambos representan a la burguesía y a los poderes económicos de Cataluña y de España y desde esta realidad la independencia planteada por Mas es un medio para mantener el control y el poder económico y una manera de desviar la atención de los ciudadanos de la gestión lamentable que atenta contra los derechos de la ciudadanía catalana, en los mismos que sectores que afecta al resto del estado español, los servicios públicos, la sanidad y la educación. Para Mas la independencia de Cataluña le importa lo que le importa mantener el poder. Si le sirve para mantenerlo, la defenderá. Si no es necesario, pactará como ha hecho su partido en estos últimos 30 años con el gobierno español. No olvidemos que CIU, junto con el PNV y Coalición Canaria, partidos pactistas por excelencia, han colaborado en que la situación económica, política y social del estado español sea la que es. El asunto de la independencia de Cataluña sirve también para que la derecha rancia e intolerante se rasgue las vestiduras y exacerbe el sentimiento anticatalán que de manera mayoritaria exhibe esta misma derecha. El derecho a la autodeterminación y, por consiguiente, la independencia es un derecho de los pueblos que en el estado español se niega históricamente y, de manera reciente, desde la tradición franquista de la España una, grande y libre, frase que ha calado no solo en los sectores más reaccionarios y ultras de la extrema derecha sino también en un amplio sector de la ciudadanía española, más moderada. Si el pueblo catalán quiere independizarse, al igual que cualquier otro de los pueblos que conforman el estado español, está en su derecho y en un país realmente democrático no debería suponer una quiebra social. Los problemas son que no vivimos en un estado realmente democrático y que el derecho a la independencia es instrumentalizado políticamente por partidos de la burguesía catalana, mientras toman medidas contrarias a los derechos fundamentales de las personas y favorables a los sectores económicos que realmente defienden. La simple posibilidad de que se produzca la independencia pone los pelos de punta a sectores reaccionarios de la sociedad española, que desprecia esa posibilidad. Error, desastre, disparate, catástrofe, cargarse el país, irresponsabilidad, incumplen la ley y la constitución a parte de los habituales exabruptos florecen en los labios de los ultras. Los más moderados utilizan argumentos más ambiguos como pues que se independicen y ya verán que es otra manera de expresar su rechazo aunque les pique con la misma intensidad. No en vano el tema independentista funciona com estímulo condicionado en muchos españoles, gracias a la labor de pico y pala desarrollada por los sectores reaccionarios de la derecha tanto en la dictadura fascista de Francisco Franco como en la derecha heredera durante el periodo constitucional. No, no vivimos en una sociedad tolerante y respetuosa y se evidencia cuando se habla de temas sensibles como este. Pero esta polémica, con carta del rey incluida, solo sirve para distraer, para desviar la atención de la agresión política y social que sufren los ciudadanos de cualquier parte del estado español. Agresión liderada por el Partido Popular y apoyada por partidos como CIU de Artur Mas. La respuesta social a esta agresión sí debe ser unitaria. No solo catalanes, vascos, castellanos y leoneses, manchegos andaluces, gallegos, extremeños, murcianos, riojanos, cántabros, asturianos, canarios, baleares, ceutíes y melillenses. También los portugueses, los italianos, los griegos y los ciudadanos de cualquier país de la Unión europea y del mundo. El problema es global y la solución solo puede ser global. Converger las protestas a nivel europeo y mundial es ineludible, necesario e imprescindible. Lo local o nacional es desgraciadamente insuficiente. Los ciudadanos deberíamos tener nuestra agenda y evitar que aquellos políticos que solo miran y velan por sus bolsillos tengan influencia en la misma.