Provoca estupor que en pleno siglo 21, casi 72 años después de la guerra civil y 35 años de la muerte del dictador Franco, las televisiones españolas estén pobladas de periodistas y tertulianos que aún defiendan y justifiquen una de las etapas más sanguinarias y represivas de la historia del estado español. Escuchar declaraciones como que fue una lucha entre «malos y malos» o entre 2 totalitarismos provoca una mezcla de vergüenza y de pena porque en este estado aún no se haya hecho la reflexión necesaria ni se dé el rechazo inequívoco del fascismo, la represión y la muerte que representaron los franquistas durante los años de la guerra civil y de la posterior dictadura. La equidistancia de muchos periodistas de la derecha, y de algunos que se dicen de izquierdas, lejos de ser una postura neutral y objetiva, como ellos pretenden vender, es tolerante y contemporizadora con el horror, además de ser una estrategia para que no se juzguen los crímenes cometidos. Sin que aparentemente se mojen, en realidad se sitúan en uno de los lados, precisamente en aquel que está impune. No puede haber equidistancias ante el horror. Esta postura sirvió a muchos franquistas para barnizarse de demócratas durante los años 80. Criticaban algunos abusos del franquismo pero a la vez los justificaban por la acción de los otros. Y sobre todo, esta postura ha sido adoptada por los liberales conservadores, tan posmodernos. La equidistancia es una estrategia neofranquista que recoge extractos de la historia escrita por los sublevados, por los represores, por los fascistas. Esa historia que repitieron durante más de 40 años y que forma parte todavía de nuestra memoria colectiva. Hasta este punto pervive el franquismo.