Los ciudadanos-votantes son aquellos que han asimilado acríticamente que la democracia consiste en depositar un voto en una urna cuando los poderes políticos decidan convocar unas elecciones. Pueden convertirse en una especie en vía de extinción. Se les puede reconocer fácilmente. Son aquellos que no paran de criticar, sobre todo al partido político opuesto, y a quejarse de la situación política, social y económica. Se les puede ver en los bares, discutiendo con un amigo,con la cara enrojecida y con una cerveza en la mano. Ahora, dentro de sus criticas incluyen al movimiento 15M porque reconocen que su posición acomodada delante del televisor, de un ordenador o con el codo apoyado en una barra está amenazada. Como se descuiden van a tener que ir a sentarse en el suelo de una plaza, con lo incomodo que es, y a decir en voz alta lo que antes hacían en la intimidad.
Los ciudadanos-revolucionarios son aquellos que si no hay una revolución en marcha no se mueven del sillón. Se les puede ver también en los bares pero, sobre todo, en pequeños locales de carácter social y revolucionario donde se quejan, discuten y critican el sistema, mientras muestran su sorpresa de que la gente no se levante contra el sistema opresor. Una de sus frases favoritas es que ellos no apoyan reformismos sino revoluciones. Esto les permite desvincularse de movimientos sociales y ciudadanos que catalogan como reformistas. Se les puede ver alejarse, lentamente, mientras miran hacia atrás, por encima de su hombro, con displicencia. Se vuelven a sus locales a seguir hablando sobre la revolución. No tienen tiempo que perder.