Muy pocos dudan de que Gaddafi es un dictador sanguinario que ha oprimido a su pueblo restringiendo libertades básicas. Lo es ahora y lo ha sido desde hace 40 años. Aún así, algunos dirigentes de la izquierda democrática como Hugo Chavez o Daniel Ortega no han escatimado elogios y apoyos al dictador sin atender a los deseos del pueblo libio, que contagiado por la ola de protestas en el mundo árabe y del Magreb, se levantó el 16 de febrero contra el dictador exigiendo cambios y reformas. Desde el comienzo de las protestas en Libia se ha hecho alusión al petróleo y al imperialismo como justificaciones del levantamiento desconectándolo del contexto de protestas que se han extendido por la zona. Las potencias occidentales, testigos de la caída de otros dictadores como Mubarak y Ben-Alí por las protestas del pueblo egipcio y tunecino, creyeron que Gaddafi en Libia sería, inevitablemente, el siguiente en caer y, desde mi punto de vista, cometieron errores estratégicos en los primeros momentos que limitaron la presión y maniobra diplomática, que sí funcionó en los casos de Egipto y Libia. Gaddafi no aparenta ser una persona mentalmente equilibrada, lo cual no implica que no sea inteligente ni que no sepa utilizar sus bazas, no en vano son más de 40 años al frente de Libia y coleccionando apretones de manos, con todos los dirigentes políticos de los países occidentales, así como amistades como la que tiene con el ultraderechista italiano, Silvio Berlusconi, que ya ha declarado la pena que le da su amigo sátrapa libio por la situación que atraviesa. Cómo es un desequilibrado, no dudó en utilizar la violencia contra los manifestantes ni en amenazar con aniquilarlos. Estas amenazas provocaron la reacción de la opinión pública occidental para que se interviniera ante la posibilidad de una masacre. A esto se unió la petición de los portavoces rebeldes de una intervención extranjera para delimitar una zona de exclusión aérea que impidiera a las fuerzas libias llevar a cabo los planes anunciados por el sátrapa. La resolución 1973 fue la respuesta de las Naciones Unidas a la presión de la opinión pública y a la petición de los rebeldes. De esta resolución destacan dos aspectos. Se permite tomar todas las medidas necesarias para proteger a los civiles y áreas con población civil y excluye la ocupación de territorio libio por fuerzas extranjeras. El objetivo es destruir las fuerzas aéreas libias y las baterías antiaéreas que permitan la creación de una zona de exclusión aérea.
En el mundo existen decenas de conflictos en los que se masacra y oprime a la población civil. La República del Congo, Palestina o Sudán son ejemplos suficientemente sangrientos. Existen dictaduras cruentas en las que se violan los derechos humanos y se reprime a los ciudadanos. Guinea Ecuatorial y Yemen son también ejemplos válidos. La opinión pública apenas se moviliza ante cualquiera de estos ejemplos, más allá de la desazón que provoca ver algunas imágenes en televisión. Los países occidentales, por su parte, no actúan más allá de resoluciones incumplidas, que sirven para lavar conciencias pero no para proteger a los ciudadanos de estos países. La presión de la opinión pública es fundamental para que los países actúen, ya que estos si no tiene intereses políticos o estratégicos en la zona se muestran de normal más que remisos. La inacción de las potencias occidentales ha sido históricamente desastrosa para algunos países como Ruanda que, a pesar de que los cascos azules eran testigos de las matanzas y el genocidio que se estaba produciendo, no intervinieron. Muchos de estos conflictos han sido provocados o alimentados por la connivencia de los países occidentales hasta el punto de que muchos de ellos son cómplices de lo que ocurre. Esta situación lleva a que las circunstancias conviertan a países en jueces y verdugos. ¿Cuál es la responsabilidad de los países occidentales en la situación de los civiles palestinos? ¿Y en Guinea Ecuatorial? ¿Y en Marruecos? ¿Y en Libia? ¿Quién asume responsabilidades por la connivencia, clara y demostrada, con dictadores que maltratan a los ciudadanos? Gaddafi asesina con armas proporcionadas por Occidente. Aún no he escuchado a nadie que asuma su responsabilidad en esos hechos y presente su dimisión por complicidad. No podrían agarrarse a la ignorancia. ¿Quién no conocía al coronel Gaddafi? Conocían a quién estaban dando la mano, saludando afectuosamente, o honrándole con la llaves de una ciudad, como la de Madrid. Conocían con quién estaban haciendo negocios. Lo sabían todo y a pesar de ello, a pesar de esa supuesta conciencia democrática y respetuosa con los derechos humanos, se asociaron con un criminal.
¿Por qué decide occidente intervenir en Libia y no se hace en Yemen, Congo, Bahrein o Costa de Marfil donde se asesina a decenas de civiles? ¿Tienen que solicitar los civiles una intervención? En Ruanda, lo hicieron y no se intervino. ¿Depende de qué país seas para hacer algo? ¿Occidente debe intervenir en cada uno de los conflictos internacionales donde se mata indiscriminadamente a los civiles? ¿Por qué no nos informan de las inevitables muertes de civiles ante los ataques aéreos a “objetivos militares”? ¿Son menos civiles los ciudadanos de Tripoli? ¿Publicarán todos los documentos en los que se exponga la planificación, organización y objetivos de los ataques? ¿Qué van a hacer si Gaddafi consigue mantenerse en el poder, como ya hizo después de los bombardeos de 1986? ¿Qué van a hacer si los rebeldes inician acciones violentas contra civiles pro-Gaddafi? ¿Existe esta posibilidad? ¿Lo pueden comprobar? ¿Intervendrían? ¿Quiénes son los dirigentes y portavoces rebeldes? ¿Por qué están armados y son capaces de vencer a un ejército profesional? ¿Cuáles son sus demandas? ¿Son los mismos que iniciaron las protestas el 16 de febrero? ¿Cuál es el protagonismo de las tribus libias? ¿Se puede descartar la existencia de otros intereses más allá de la petición de reformas que caracterizaron las protestas egipcias, tunecinas y las primeras semanas en Libia? ¿Publicarán los informes que están manejando sobre la naturaleza de los rebeldes? ¿Se habían apurado otras opciones como la diplomática? ¿Explicarán en qué han consistido los esfuerzos diplomáticos? ¿Estaban coordinados? ¿Se cometieron errores diplomáticos en los primeros días de las protestas? A partir de este momento, ¿actuarán de la misma forma en otros conflictos? ¿Qué va a ocurrir con Israel? ¿Se protegerá a los palestinos de los ataques aéreos israelíes? ¿Por qué no se ha actuado antes? ¿habrá dimisiones por la connivencia con la dictadura? ¿Se permitirá la represión al pueblo saharaui por parte de Marruecos? ¿Se actuará contra China por la represión a la población tibetana? ¿Y a los Uighures? ¿Se actuará contra EE.UU por la muerte de civiles en Afghanistan, alguno de ellos por mera diversión de alguno de sus soldados, o por la existencia de Guantánamo?
En Libia probablemente se tenía que intervenir para proteger a la población civil pero no puedo dejar de desconfiar de los motivos e intereses de la intervención. Ni apruebo la doble moral y la aplicación de ese derecho a la injerencia en función de qué país seas. Los países occidentales se convierten en jueces y verdugos. Alternan sus papeles en función de las circunstancias. Si sus intereses son económicos, actúan como verdugos porque no les importa tener relaciones comerciales con dictadores sangrientos. Si estos dictadores asesinan con las armas que les han comprado, actúan como juez, impartiendo justicia, paz y libertad. Aquellos que redactan las resoluciones de la ONU son los mismos que miran hacia otro lado ante las agresiones a civiles en todo el mundo. Son los mismos que permiten que Israel, por ejemplo, haya incumplido cada una de las resoluciones que les afecta. Son los mismos que firman acuerdos económicos a pesar de los atentados contra los derechos humanos. Son los mismos que nos dan lecciones morales y humanitarias en los parlamentos sin que tengan la dignidad moral de asumir su responsabilidad y de renunciar a sus cargos. No comparto la opinión de aquellos que se han posicionado con una resolución sin hacerse ni una sola pregunta, sin un ápice de crítica y con alabanzas hacia los gobiernos occidentales: “por fin han hecho lo correcto”. No comparto la opinión de aquellos que ante las dudas y las desconfianzas razonables pretenden acabar con el debate con la pregunta de cuál es la alternativa. No me convencen sus argumentos porque no van acompañados del rechazo hacia el papel jugado por los países occidentales que aparecen ahora como salvadores de la patria ni exigen responsabilidades. Me gustaría pertenecer a un país que defendiera los derechos humanos y actuara de manera coherente en la relación con otros países, que las relaciones comerciales y económicas con otros países estuvieran sujetas al buen trato a los ciudadanos y a sus derechos fundamentales. Pero no es así. Apoyamos dictaduras y actuamos con paños calientes ante las violaciones de esos derechos, si es que no hemos optado antes por mirar hacia otro lado. Nos creemos jueces pero no somos más que verdugos. No somos mejores que Gaddafi aunque los medios, políticos y voceros profesionales pretendan convencernos de lo contrario.