Fuente: Revista Pueblos
Por Andrea Gago Menor
Por Andrea Gago Menor
Si la vida es del color del cristal con que se mira, ¿de qué color es El País? ¿Y Público, Intereconomía, la COPE? ¿Qué gafas nos ponemos día tras día para enterarnos de lo que pasa en Palestina, en Honduras, en Brasil o en un país del que no habíamos oído nunca hablar? Son preguntas muy básicas para comenzar a pensar en comunicación, libertad de prensa y derechos humanos. Quizás por ser tan básicas nos olvidamos de ellas en numerosas ocasiones y quizás por eso también volvemos a recuperarlas cuando la realidad nos da una buena sacudida.
Los medios de comunicación configuran nuestra visión del mundo a niveles mucho más profundos de lo que podríamos pensar en principio. Nos aportan marcos, referencias, valores, construyen nuestros mitos. No nos informan, nos educan. Es el “gran malentendido” del que habla Margarita Rivière [1], quien afirma que “no es lo mismo educar a seres para la libertad y el desarrollo de sus capacidades humanas que a consumidores cuyo paraíso es el supermercado”.