#Libia

16 de febrero de 2011. Todo comienza a partir de la protesta en Benghazi de familiares de presos de la cárcel de Abu Salim por la detención de un abogado defensor de presos de conciencia libios. En la protesta, la petición de la liberación del abogado se mezcló con proclamas contra la corrupción y otras que animaban al despertar del pueblo libio. La protesta tuvo su respuesta en otras ciudades como Tripolí, Sirta, Sheba y también en Benghazi donde cientos de personas mostraron su lealtad a Muammar Al Gaddafi. Este, días antes, ya había empezado a detener a activistas por el temor de que las protestas en Tunez y Egipto tuvieran posibilidades en Libia y una vez que se produjeron las reprimió  sin contemplaciones provocando 6 muertos y más de 35 heridos en Benghazi. En estos primeros días nos encontramos con protestas contra Gaddafi, manifestaciones a su favor y la correspondiente represión del estado, con detenidos, muertos y heridos. Amnistía Internacional, 3 días después del inicio de las protestas, hablaba de casi 50 personas muertas, según fuentes del hospital de al-jala en Benghazi. Los episodios más violentos se producen en la zona este, en ciudades como Benghazi, Baida, Zentan, Darnah o Ajdabiya, tradicionalmente menos afín a Gaddafi. El ejército dispara contra los manifestantes con ametralladoras y morteros en Benghazi, según la BBC británica. La policía y el ejército protagonizan la represión del estado contra los manifestantes. Las protestas se siguen extendiendo en más ciudades como Tobruk, Quba, Tajoura o Shahhat. En la capital Libia se sucedían las protestas con las manifestaciones a favor. Se empiezan a escuchar las primeras noticias sobre la presencia de mercenarios en el ejército libio que surgen de redes sociales como facebook o Twitter aunque en los videos que aparecen en la red no aparecen mercenarios africanos agrediendo a los manifestantes. 

La información es ambigua y proviene principalmente de ciudadanos libios, de grupos de exiliados en Europa y de las redes sociales, a estas últimas se cortó el acceso, ya que en Libia apenas hay prensa extranjera acreditada. A diferencia de Túnez y Egipto, la información que se recibe no es clara y difícil de contrastar. El caos se estaba adueñando del país. En Benghazi se escaparon de la cárcel un millar de presos, Al baida fue tomada por los manifestantes y dicen que se ahorcó a 2 policías. El número de muertos comienza a crecer,  alcanzando la cifra de 200. En Tripolí se producen  enfrentamientos entre manifestantes y simpatizantes de Gaddafi. La Unión Europea condena por unanimidad la represión, EE.UU decide evacuar a sus funcionarios no esenciales, la ONU exige el cese inmediato de la  violencia al igual que la Liga Árabe que ademas pide el inicio de conversaciones entre los opositores y el régimen. Algunas empresas como BP, Repsol o Statoil deciden evacuar a sus trabajadores. Las autoridades europeas hablan de manifestantes pacíficos mientras que algunos testigos hablan de jóvenes armados con kalashnikovs por las calles de Tripoli. Las diferencias con las protestas pacíficas en Túnez y Egipto, más allá de los puntuales incidentes violentos que no pueden definir a las protestas como violentas, empiezan a vislumbrarse en la naturaleza de los manifestantes libios, armados y con capacidad para enfrentarse al ejército libio. El comportamiento del ejército, leal salvo algunas deserciones a Gaddafi, también difiere del mostrado por el ejército egipicio, que colaboró en la caída de Hosni Mubarak. Lo que sucede en las ciudades de Tripolí cada vez se parece más a enfrentamientos armados entre distintas facciones, rayando la guerra civil, y no tanto a enfrentamientos entre manifestantes pacíficos con el ejército. En la Unión Europea, la posibilidad de una guerra civil dispara las alarmas por las repercusiones económicas y la posible oleada migratoria. Las agresivas y desafiantes declaraciones de Gaddafi y de su hijo Saif el Islam el Gadafi no aventuran una salida pacífica y dialogada del conflicto. Apela a los miedos de occidente, el terrorismo y la inmigración, para reivindicarse como figura fundamental para su control. Cataloga a los manifestantes como terroristas. El ministro del Interior libio, Abdel Fattah Younes al Abidi, da su apoyo a los manifestantes y pide al Ejército que se una al pueblo para defender sus «legítimas demandas» al igual que el representante de Libia en la Liga Árabe, Abdel Moneim al HoniEl ministro de Justicia, Mustafá Abul Jalil, dimite por su desacuerdo con la represión de los manifestantes.  Ali Errichiministro de Estado responsable de Emigración, también dimite y los miembros de la misión libia en la ONU declaran que «su lealtad está «con el pueblo libio y con nadie más». Empiezan a aparecer las primeras acusaciones contra Gaddafi por utilizar la fuerza aérea para reprimir a los manifestantes. Las dificultades que el régimen libio pone a los periodistas desplazados a la zona dificulta la confirmación de las atrocidades que se atribuyen a Gaddafi. Este se sospecha que ha huido del país aunque posteriormente se comprueba que era falso. Cinco días después del inicio de las protestas parece que el dictador tiene los días contados. Según las informaciones que aparecen en prensa, Benghazi está controlada por los opositores, armados y en poder de tanques, y Trípoli, bastión de las fuerzas leales a Gaddafi, arde por la furia de los manifestantes. La rebelión se contagia a otras ciudades como Musratha y se habla de que buena parte de las fuerzas de seguridad se están uniendo a los manifestantes. 

Pero a pesar de que en estos primeros días, se confiaba en una Libia sin Gaddafi, las siguientes semanas fue recuperando ciudades, después de sangrientos enfrentamientos, aprovechándose de su superioridad armamentística, gracias a varios países europeos, entre los que se encuentra España, que hicieron su particular agosto con la venta de armas al ya conocido dictador y represor de su pueblo, Muammar Al Gadddafi. Las potencias occidentales, posicionadas contra su socio, empiezan a preparar una intervención armada descartando la posibilidad de  la presión internacional y la vía diplomática.  Esta última, quedó fuera de juego, después de que los líderes occidentales mostraran sus cartas y se desacreditaran así mismos como mediadores en un conflicto tan enrevesado. Finalmente, como ya se conoce, la ONU aprueba la resolución 1973 que permite el bombardeo aéreo sobre territorio libio y, un día después, aviones franceses e ingleses y las fuerzas militares estadounidense bombardean el país, por motivos humanitarios y para proteger a los civiles, argumentos ya conocidos para justificar acciones de guerra. Mientras, los manifestantes, civiles y pacíficos según los medios occidentales, portan Kalashnikov, conducen carros de combate y pilotan aviones. No parecen tener la misma naturaleza que los manifestantes pacíficos y orgullosos de la plaza de Tahir egipcia pero los medios y los defensores de una intervención militar extranjera insisten en llamarlos civiles. ¿Quiénes son estos «manifestantes»? No queda muy claro en las informaciones de los medios aunque, evidentemente, dentro de la simplificación, tan a gusto de occidente, entre buenos y malos, estos ocupan el lugar de los buenos. Pero, como se pregunta Ramón Lobo, ¿Y si los buenos de Benghazi no son tan buenos? 

La intervención internacional, a pesar de que se encarguen de publicitar sus logros,  solo conseguirá llevar más inestabilidad a la zona. El pueblo libio, el civil, seguirá sufriendo las consecuencias de los bombardeos y la violencia de todas las partes mientras que la posibilidad de reformas más humanas se aleja y se difumina bajo la polvareda de la lucha entre los dos bandos enfrentados. Occidente no ha querido apurar la vía diplomática y tendrán que explicar las razones por las que no lo han hecho. Tendrán que explicar por qué permiten las matanzas y masacres en países como Bahrein y Yemen y no actúan. Tendrán que explicar por qué han alimentado a la bestia, conocedores de la opresión del pueblo libio bajo las garras del dictador. Tendrán que explicar por qué son cómplices de multitud de dictaduras como la de Guinea Ecuatorial o la de Marruecos, conscientes del sufrimiento de sus pueblos, y de países que violan los derechos humanos de los pueblos como Israel. Tendrán que contarnos cuál es la responsabilidad de los países occidentales en lo sucedido en las antiguas colonias árabes. Si están tan preocupados por los civiles, ¿por qué han armado al dictador que les oprimía? Los bombardeos en territorio libio son la consecuencia de la ineptitud, la irresponsabilidad y la culpabilidad de los países occidentales. La complicidad con Gaddafi les convierte en verdugos del pueblo civil que ahora dicen que quieren proteger. Asco.

Espero que el pueblo libio pueda alcanzar, más pronto que tarde, aquello que deseen, lejos de opresores, nacionales e internacionales, y cerca de la libertad a la que todos los pueblos aspiramos.

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