El PSOE, no descubro nada nuevo, es un partido socialdemócrata. No es un partido socialista ni de izquierdas. No se distingue del Partido Popular más que en algunas políticas sociales, ligeramente más progresistas y proveedoras de derechos básicos como la aprobación del matrimonio homosexual, que por prejuicios morales y religiosos no hubieran implantado los populares. Aún así, aunque esto pueda parecer positivo, no lo es, ya que las políticas sociales están condicionadas a la política económica de marcado carácter neoliberal y que comparten los dos grandes partidos de masa del país. En los periodos de alternancia política ha existido una lógica continuista en el plano económico que les convierte en lo mismo o, dicho con esa expresión tan española, son el mismo perro con distinto collar. Es decir, ninguno de los dos partidos quiere modificar el estado de las cosas y son correa de transmisión de las medidas neoliberales impuestas por el capital. Ambos reivindican en la práctica el mismo modelo económico aunque en el discurso aparenten un enfrentamiento dialéctico que alimenta, en el imaginario colectivo, las falsas diferencias entre ellos. De hecho, el PSOE mantiene una ventaja con respecto a los populares y tiene que ver con el maquillaje progresista que le permite implantar las mismas medidas económicas sin el grado de rechazo que tendría el partido popular. La reforma laboral aprobada por decreto, las privatizaciones parciales de AENA y de Loterías y Apuestas del Estado, la militarización de los aeropuertos civiles y la declaración de estado de alarma en el país por el conflicto provocado por Ministerio de Fomento y AENA con los controladores aéreos o la más que probable reforma de las pensiones es defendida por una gran parte de votantes socialistas a pesar de la deriva autoritaria y neoliberal. Si estas medidas hubieran sido tomadas por los populares, las críticas de estos mismos votantes hubieran sido furibundas. La polarización de la política española deriva en esta hipocresía a la hora de juzgar a uno u otro partido, obviando la realidad de que las diferencias en la práctica son imperceptibles.
Mientras las políticas económicas neoliberales se implantan sin apenas resistencia, las alternativas reales de izquierda son despreciadas o directamente ninguneadas. Gran parte de los ciudadanos vive en la ilusión de alternativas entre izquierda y derecha cuando, en la práctica y atendiendo a las políticas económicas, es entre derecha y derecha. Las políticas sociales, tristemente, tienen un objetivo electoral y son las primeras en caer cuando aparece cualquier problema. Los intereses de los ciudadanos son supeditados ante el interés del capital sin ningún problema moral e ideológico. En vacas gordas, el PSOE epata a los ciudadanos con medidas sociales para seguir lustrando su capa progresista, que después utilizan como contraargumento ante las acusaciones de que practican políticas propias de la derecha. En vacas flacas, dan prioridad a las medidas neoliberales desde argumentos como la responsabilidad de gobernar, lo que hay que hacer, es necesario implantar medidas dolorosas y demás argumentaciones que solo sirven para ilustrar la contradicción entre lo que piensan y lo que dicen. Pero de sus acciones se pueden extraer sus pensamientos. Las palabras solo son eso, palabras.
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