Los chascarrillos del tertuliano de la derecha rancia, Salvador Sostres, son una minucia con la que está cayendo en el Sáhara Occidental, la indignante posición del gobierno español y del PSOE, situada en el lado de los que agreden y violan los derechos humanos, la crisis económica, que no ha remitido aunque lo parezca, o la ofensiva neoliberal de nuestro gobierno, y de la Union Europea, que pretende colarnos la idea del peligro de las pensiones…para el 2030. A finales de los años 80, del siglo 20, la catástrofe estaba predicha para el 2000, después para el 2010, ahora para el 2030. Mientras, la seguridad social sigue en superávit a pesar de la crisis. La realidad supera siempre a las mentiras, por mucho que las repitan.
Aún así, los chascarrillos, pretendidamente graciosos, del facha Sostres no dejan de ser un indicador de la catadura moral de muchos de los que se ponen delante de un micrófono y rebuznan sus ideas, al igual que la de aquellos que las aplauden. No sorprenden las reacciones de algunos políticos, esos que toman decisiones sobre aspectos esenciales de nuestra vida, ante esos comentarios «privados». Esos mismos políticos que han favorecido la proliferación de debates del odio, del enfrentamiento, del insulto, del machismo, de la apología del delito donde se dedican a despotricar contra muchos de los derechos y libertades de los ciudadanos. Esperanza Aguirre concedió licencias de televisión y radio a medios de la extrema derecha que se encargaron de tensar la convivencia democrática a partir de exabruptos políticos y sociales, vomitados desde las entrañas con una irresponsabilidad que provoca vergüenza ajena. La televisión pública madrileña, a su vez, ha sufrido una invasión de intolerancia, de antiperiodismo y de radicalismo en sus espacios de debate y de noticias. Todo ello tolerado, favorecido y ampliado por la lideresa. La principal responsable.