Vidal-Quadras se ha marchado del Partido Popular lo cual sería una buena noticia para la derecha moderada…si existiera en este estado. Se va la ultraderecha y se quedan los corruptos. Al menos de los ultras sabemos de qué pie cojean, se les ve a la legua, son blanco y en botella.
Vidal-Quadras no pintaba nada y lo sabía, y teniendo en cuenta su alta estima de sí mismo le debía doler la cara de ser tan guapo por tanta envidia. Ahora, al menos hay que reconocerle que no ha retorcido su ideología con frases como el Partido Popular es el partido de los trabajadores de su excompañera Cospedal. La hipocresía también se ha quedado en el partido.
Los ultras son como un mapa, simples, pero también honestos, no disfrazan sus pensamientos aunque estos formen parte de la cloaca intelectual. Son brutotes, primitivos, y no engañan a nadie.
Rajoy y compañía están hechos de otra pasta. Prefieren torcer las palabras, absorber su significado y escupir uno nuevo que sirva a sus intereses espurios. Prefieren decir que van a hacer esto cuando su objetivo es hacer aquello. Son expertos en la mentira, en la ocultación y en la manipulación. Diez veces más peligrosos que los simples ultras.
VOX es una de las marcas de estos últimos. Santiago Abascal, otro de los que no pintaban nada pero que sigue viviendo de la amenaza del terrorismo y aficionado a dirigir y utilizar políticamente el dolor de las víctimas, es el que ha roto con la aparente unión popular. Se queja de la subida de impuestos y de la política antiterrorista del gobierno.
El otro, más mediático, Ortega Lara. Otro que pinta muy poco y que solo tiene el crédito de la desgracia que tuvo que vivir, que utiliza políticamente sin ningún pudor.
Y además, otra deserción, que no a VOX, el facha de oro, Mayor Oreja, que no quiere repetir en las elecciones europeas.
El objetivo es Rajoy. Sin duda. Todo esto es el reflejo de la lucha por el poder que se libra dentro del partido más incivilizado del estado. Se pretende escenificar un enfrentamiento con Rajoy por esa parte del partido que no está de acuerdo con las políticas del gobierno, el sector más duro y más ultra que, en esta última década, fue apartado del poder mientras Rajoy avanzaba como un martillo pilón, constante y siempre adelante.
Bigotes Aznar, la lideresa, todos ellos quedaron en fuera de juego y cuando se han querido dar cuenta estaban más fuera que dentro.
Pero Rajoy se quema y con él su séquito, los que dan nombre a las leyes. Las encuestas muestran el declive del partido. Los ciudadanos cada vez más indignados por sus políticas.
Llegará el día en que los que manejan a las marionetas, fomentan deserciones y aparentes divisiones, aparecerán como los salvadores, los que mantienen la pureza del partido, los que recogen los principios irrenunciables de la derecha neoliberal, los que agarrarán de nuevo a los votantes desilusionados y decepcionados.
Es el juego de tronos hispano en el que se ponen en acción las maniobras que buscan posicionarse para asaltar el poder. Y es que a esto se reduce todo.
Vidal-Quadras no pintaba nada y lo sabía, y teniendo en cuenta su alta estima de sí mismo le debía doler la cara de ser tan guapo por tanta envidia. Ahora, al menos hay que reconocerle que no ha retorcido su ideología con frases como el Partido Popular es el partido de los trabajadores de su excompañera Cospedal. La hipocresía también se ha quedado en el partido.
Los ultras son como un mapa, simples, pero también honestos, no disfrazan sus pensamientos aunque estos formen parte de la cloaca intelectual. Son brutotes, primitivos, y no engañan a nadie.
Rajoy y compañía están hechos de otra pasta. Prefieren torcer las palabras, absorber su significado y escupir uno nuevo que sirva a sus intereses espurios. Prefieren decir que van a hacer esto cuando su objetivo es hacer aquello. Son expertos en la mentira, en la ocultación y en la manipulación. Diez veces más peligrosos que los simples ultras.
VOX es una de las marcas de estos últimos. Santiago Abascal, otro de los que no pintaban nada pero que sigue viviendo de la amenaza del terrorismo y aficionado a dirigir y utilizar políticamente el dolor de las víctimas, es el que ha roto con la aparente unión popular. Se queja de la subida de impuestos y de la política antiterrorista del gobierno.
El otro, más mediático, Ortega Lara. Otro que pinta muy poco y que solo tiene el crédito de la desgracia que tuvo que vivir, que utiliza políticamente sin ningún pudor.
Y además, otra deserción, que no a VOX, el facha de oro, Mayor Oreja, que no quiere repetir en las elecciones europeas.
El objetivo es Rajoy. Sin duda. Todo esto es el reflejo de la lucha por el poder que se libra dentro del partido más incivilizado del estado. Se pretende escenificar un enfrentamiento con Rajoy por esa parte del partido que no está de acuerdo con las políticas del gobierno, el sector más duro y más ultra que, en esta última década, fue apartado del poder mientras Rajoy avanzaba como un martillo pilón, constante y siempre adelante.
Bigotes Aznar, la lideresa, todos ellos quedaron en fuera de juego y cuando se han querido dar cuenta estaban más fuera que dentro.
Pero Rajoy se quema y con él su séquito, los que dan nombre a las leyes. Las encuestas muestran el declive del partido. Los ciudadanos cada vez más indignados por sus políticas.
Llegará el día en que los que manejan a las marionetas, fomentan deserciones y aparentes divisiones, aparecerán como los salvadores, los que mantienen la pureza del partido, los que recogen los principios irrenunciables de la derecha neoliberal, los que agarrarán de nuevo a los votantes desilusionados y decepcionados.
Es el juego de tronos hispano en el que se ponen en acción las maniobras que buscan posicionarse para asaltar el poder. Y es que a esto se reduce todo.