Es simple. La idoneidad del escrache es directamente proporcional a la reacción airada del Partido Popular. Cristina Cifuentes ve intereses oscuros en todos aquellos movimientos que cuestionan y critican las políticas de su partido. La PAH no iba a ser menos. Kale borroka, Bildu, Sortu, proetarras… Cifuentes es esa persona que ha ordenado a la policía agredir a manifestantes pacíficos y generar un clima de violencia que les permite criminalizar a los ciudadanos y movimientos sociales. No tienen ningún argumento para defender sus acusaciones pero saben que sus medios de comunicación amplificarán su mensaje y, sin duda, tendrán un buen número de creyentes. Las campañas de intoxicación son muy frecuentadas por los populares por lo que no es extraño que aparezcan diputados, militantes y demás diciendo que han atacado a sus niños, que han colgado a sus perros del árbol del jardín o que se han cagado en la alfombra de bienvenida de su casa. Todo por la patria de la mentira y la infamia. Utilizan todos los mecanismos del estado de derecho para amedrentar e impedir que se siga ejerciendo el derecho a visibilizar el drama de los desahucios que ha expulsado a decenas de familias de sus casas. El escrache tienen sentido y es legítimo en el contexto de podredumbre política y económica, de corrupción moral y política y de agresión neoliberal a los derechos de los ciudadanos. La movilización civil es quien mantiene viva la dignidad ante la ausencia de integridad y honestidad de muchos de esos políticos que se rasgan las vestiduras, cuando les afectan en primera persona las medidas y posicionamientos políticos que adoptan. Cuando les afecta a los demás, viven bien tranquilos y protegidos en sus torres de cristal.
Si, como decía, la idoneidad del escrache es directamente proporcional al enojo del PP, la decrepitud moral de la derecha española es directamente proporcional al número de veces que pronuncian y relacionan a algo o a alguien con ETA. Cuantas más veces digan ETA, más decadente es su moral. Y es que los populares y otros nacionalistas españoles, como Rosa Díez, no pueden soportar que en la desaparición de la banda han quedado en fuera de juego, que han sido los otros los que han reflexionado y dado pasos hacia la paz, que ha sido la sociedad vasca la que ha demostrado la madurez necesaria para acabar con décadas de dolor y sufrimiento. Los populares y gente como Rosa Díez han sido uno de los sostenes, una de las variables que han mantenido la violencia en Euskal Herria porque les ha servido electoralmente para movilizar a su electorado y pescar en la bancada de al lado. Porque les ha servido como chivo expiatorio para ocultar sus errores, sus mentiras, sus trampas, sin importarles el dolor de las víctimas reales del terrorismo, a las que han utilizado colonizando sus principales asociaciones como la AVT. Porque les ha servido para meter miedo, para asustar con la ruptura de esa España una, grande y libre de la que no han querido desembarazarse. Cada vez que dicen que el 15M, el 25S, la PAH o el matrimonio homosexual es ETA, nos enseñan cuánto dependen de que la banda siga existiendo porque si no ¿a quién podrán culpar cuando engañen, mientan, corrompan y roben? pero, sobre todo, cada vez que lo dicen, nos enseñan el miedo que tienen porque estamos despertando.