Es un riesgo hablar de otros países que no se conocen aunque, por otra parte, es habitual hacerlo, algunos incluso sentando cátedra. En países como Venezuela es habitual leer y escuchar palabras de alabanza y de rechazo por parte de personas que no han visitado ese país ni conocen su idiosincrasia. Aún así son capaces de tener largos y tediosos debates sobre las bonanzas y las miserias, con un marcado sesgo ideológico. Los medios de comunicación españoles han colaborado en confundir y engañar, construyendo artículos y noticias deliberadamente desinformativas por intereses espurios ajenos al arte de informar. Muchas de las personas que critican a la Venezuela de Hugo Chávez se apoyan en los mensajes interesados que transmiten medios como El País, La Razón, El Mundo o el ABC. Caen fácilmente en la trampa de las imágenes preparadas para lanzar el habitual mensaje de descrédito y de menosprecio. Se creen la descripción de la situación política venezolana porque se basan en una creencia ciega en la credibilidad de los medios que leen o escuchan y a algunos, los más fanatizados ideológicamente, les confirman ideas preconcebidas sobre el socialismo. Los silencios, las palabras escogidas, las medias verdades, las grandes mentiras, las tergiversaciones y las manipulaciones inducidas han inundado las opiniones sobre el reciente fallecido Chávez y el movimiento bolivariano. Lo contrario también ocurre. El acercamiento favorable y positivo hacia el chavismo basado en cliches ideológicos y en la falta de crítica, más preocupados en defenderse de los ataques y en denunciar las manipulaciones que en acercarse críticamente hacia uno de los procesos políticos más fascinantes de las últimas décadas. El proceso de socialización iniciado por Hugo Chávez está compuesto de aspectos muy positivos pero también de otros muy cuestionables y solo podemos acercarnos a un conocimiento más certero si cuestionamos los medios de desinformación, que nos mienten, y buscamos fuentes más variadas.
La muerte de Hugo Chávez ha sido un ejemplo de apoyo popular multitudinario, de respeto hacia la figura de su presidente, de reivindicación de su gobierno y de fortaleza del movimiento bolivariano para disgusto [o sorpresa] de muchos de sus detractores. Aún así este apoyo no puede desembocar en una santificación de Chávez ni en el culto a la personalidad, que tiende a la divinización de un ser terrenal que, como todos, tiene virtudes y defectos, aciertos y errores. Hablando en cristiano, ha cagado y se ha tirado pedos como todo el mundo. Sería, sin duda, su peor homenaje. La idea de embalsamarle, una barbaridad, que espero que después de la emoción de estos días se rechace. ¡Que alguien ponga un poco de cordura en medio del dolor! Durante el funeral se ha podido ver a presidentes y representantes de distintos países, entre los que se encontraba el principito español, y en relación a los presentes saco a colación uno de los aspectos que más me disgustan del movimiento bolivariano. Ir contra el imperio de EE.UU les lleva a tener buenas relaciones con personas [países] poco respetuosas con los derechos humanos, que violan sin ningún tipo de miramientos, pero que se oponen firmemente a la injerencia estadounidense. Sí, hablo de Mahmud Ahmadineyad, presidente de la República Islámica de Irán en la que se lapidan a mujeres por adulterio, se reprime la participación en manifestaciones, se arresta a periodistas, activistas de los derechos humanos o estudiantes universitarios, se maltrata y se tortura a los detenidos, se atenta contra la libertad de religión…en fin, la simple oposición a EE.UU no puede ser un criterio para ir de la mano de determinados personajes. Evidentemente no acudió solo por un asunto meramente protocolario sino por la amistad personal fortalecida en los últimos años. Me sorprendió también la presencia y, sobre todo, la participación en la guardia de honor del dictador guineoecuatoriano Teodoro Obiang, que mantiene a su pueblo en la miseria mientras que él y su familia viven en el lujo que les facilitan los pingües beneficios del petróleo. También la del presidente de Honduras, Porfirio Lobo, puesto por los golpistas que expulsaron de la presidencia a Manuel Zelaya. Es lo que tiene el protocolo. Te lleva a dar la mano de aquellos que la tienen manchada de sangre y de miseria moral y a tener la deferencia con aquellos que no la tienen con sus propios pueblos. En definitiva, el socialismo es respeto a los derechos de las personas o no es y esto no se puede olvidar en ningún momento cuando uno, por los deberes y obligaciones como presidente de un país, tiene que relacionarse con estos criminales. La apuesta por los derechos de las personas se defiende en Venezuela, en Siria, en Irán y en EE.UU.