A algunos, cada vez menos, les puede parecer que es normal pero no, no es normal que haya policías en cada esquina. No es una cuestión de seguridad sino de control del estado español de la actividad política de los ciudadanos. Identificaciones, detenciones, agresiones, multas, cárcel por manifestarse…si todo esto ocurriera en Venezuela o en Cuba ya estaríamos hablando de dictadura y de dictadorzuelos, de agresiones a la democracia y de falta de libertades. No se libran ni los cubanos anticastristas que fueron hostigados, golpeados y detenidos en su acampada frente al Ministerio de Asuntos Exteriores español. El hostigamiento policial a los ciudadanos es constante y planificado desde las delegaciones del gobierno, siguiendo órdenes directas del Ministerio del Interior. Mariano Rajoy y el resto de delincuentes que conforman el gobierno no solo pretenden imponer unas medidas ofensivas contra los derechos de los ciudadanos sino que pretenden amedrentarlos, amordazarlos, convertirlos ante los ojos de sus acólitos en delincuentes. En esa perversión de la democracia los ciudadanos, personas, activistas que se enfrentan activamente a las agresiones del malgobierno español, que construyen otras alternativas, son considerados delincuentes mientras que aquellos que les mienten, les roban y les agreden son considerados los garantes del orden constitucional. Somos muy pacatos al referirnos a personas como De Guindos, Wert o Rajoy. No son políticos sino delincuentes y sus nombres deben permanecer en la memoria colectiva y en la historia de este estado para recordarles como lo que son, unos ladrones de baja estofa y unos antidemócratas. Pervierten el ideal democrático, impiden su construcción y erosionan cada una de las libertades fundamentales de las personas. Y a pesar de todo, miles de ciudadanos se levantan cada mañana pensando y trabajando por cambiar estas realidades. Desde hace un año la respuesta ciudadana al expolio democrático y económico es un indicador de la dignidad y de la espléndida salud política de todas estas personas, que a lo largo del estado español se levantan contra esos delincuentes. Porque, sí, las cosas hay que llamarlas por su nombre. No son políticos, son delincuentes.