El gobierno del Partido Popular nunca hará una reforma laboral dirigida a proteger y mejorar los derechos de los trabajadores. No forma parte de su ADN. La flexibilidad interna de la que habló la semana pasada Fátima Báñez, ese concepto que siempre aparece en la boca de los dirigentes populares, va dirigido a ampliar la maniobra de las empresas para tomar decisiones que les permita reducir costes y ampliar sus beneficios y ¡qué mayor coste que el que representan los trabajadores! Esta reforma laboral es un ejemplo de la retórica falsa que acompaña a los políticos profesionales del PP, también a los del PSOE, cuando venden sus productos. Aprovechar el contexto de crisis para tomar medidas agresivas cuando estas medidas no van dirigidas a paliar los efectos de la crisis, como dicen, o favorecer las contrataciones cuando lo que facilita es el despido barato y, lo que aumenta la gravedad de la reforma, la libertad empresarial para modificar condiciones laborales, suspendiendo unilateralmente los acuerdos reflejados en los convenios colectivos. Todo el resto de medidas que puedan tomar en otras áreas como la educación o la sanidad acompañan a las dirigidas a convertir a los trabajadores en meras piezas de cambio y de recambio, autómatas teledirigidos y sumisos ante la autoridad, mano de obra barata y bien aleccionada que permita aumentar los beneficios empresariales sin demasiada oposición. Y si levantan la voz utilizarán los mecanismos represivos habituales.
La sociedad que quiere el Partido Popular, y que fomentan organismos internacionales, como el FMI, y europeos, como el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, convierte a los ciudadanos en objetos, en medios para conseguir fines que benefician a una minoría, que solo cuentan como engranajes que permiten mantener la maquinaria en funcionamiento. Ciudadanos objeto entre los que se cuentan muchos de los que votan a este partido y que aplauden las mismas medidas que les convierten en tan poca cosa. La Comisión Europea (CE) no ha tardado en validar la reforma laboral aprobada, fundamentalmente la tan ansiada flexibilidad, aunque advierte que no es suficiente, seguramente porque todavía respiramos. Sobre esta insuficiencia el pueblo griego es buen conocedor. Nunca es suficiente. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), otro organismo neoliberal y antipersonas, también la aplaude, haciendo referencia, ¡cómo no!, a la tan manoseada flexibilidad, a parte de mentir sobre la creación de empleo o aludir a la transparencia en las causas del despido, que va a provocar que los futuros despedidos cobren 20 días por año trabajado gracias a las nuevas condiciones para el despido procedente. No serán las últimas organizaciones en aplaudir la reforma ni tampoco las últimas medidas que busquen recortar los derechos de los trabajadores. Solo nos queda demostrarles que ni autómatas, ni teledirigidos, ni sumisos.