Carlos Fabra es el de gafas…oscuras. Foto de EFE
A alguien le podría parecer que Carlos Fabra es un caso anómalo pero en realidad es un producto natural del sistema capitalista. La impunidad, la soberbia y la chulería han formado parte de su comportamiento a pesar de estar acusado de trafico de influencias, cohecho y 5 fraudes fiscales, lo cual ni siquiera fue suficiente para que dejara, en su momento, de presidir la diputación provincial de Castellón. Un hecho este último que, al igual que los votos que recibió su compañero popular Francisco Camps, muestra la deficiente mentalidad democrática de este país, vinculada al pecado original de la mediocracia que se gestó durante la transición. Fabra, que no pertenece, por supuesto, a la clase trabajadora sino a aquella que no ha dado palo al agua y que ha amasado una fortuna a costa de controlar el poder político y económico de su región, ha alardeado de sus delitos, ironizando o haciendo chascarrillos, convencido de que meter la mano en la cosa pública es algo normal. Y sin duda que desde su perspectiva es normal cuando es lo que ha mamado de su familia durante años, de la misma manera que ya empezó a transmitírselo a su nieto cuando le preguntaba si le gustaba «el aeropuerto del abuelo», ese aeropuerto peatonalizado, sin aviones y con un costo de 150 millones de euros. Hoy, por fin, después de años de espera, el juzgado de 1ª instancia e instrucción número 1 de Nules fija una fianza de responsabilidad civil de 4.270.859,6 euros para Carlos Fabra y de 1.718.192,8 euros para su exmujer por el caso Naranjax, fianza que este delincuente no tendrá ninguna dificultad en pagar aunque esperemos que ahora no le resulte ser tan fácil escapar de la justicia.
El Kaleidoskopio de Gabalaui KdG 