La cultura democrática de este país es muy deficiente aunque teniendo en cuenta el proceso de transición que permitió la continuidad del pensamiento franquista no supone ninguna sorpresa. Si los cimientos democráticos fueran sólidos no habría debate sobre si Amaiur debe tener o no grupo parlamentario. Tendrían grupo parlamentario, al igual que UPyD. La derecha española y el escuadrón de voceros que se encargan de lanzar a los cuatro vientos la idea que quieren que se instale en la conciencia ciudadana, se encargan de asociar un partido político legítimo y democrático a un grupo terrorista. Interesadamente, por supuesto, porque, más allá de los fanáticos, son conscientes de las diferencias democráticas y metodológicas que los separan. Una postura inflexible que fortalece al sector más ultra y antidemocrático, que no quieren ver a Rajoy debatiendo con esos separatistas. Si por ellos fuera, no les hubieran dejado ni acercarse a los leones del congreso. Para más inri, Mariano «el silencioso» Rajoy se niega a recibir a miembros de este partido, que llega avalado por miles de votos en el País Vasco y Navarra. Y todo esto lo ven como lo más normal. La normalidad pseudodemocrática de la derecha española.