Europa no es un proyecto construido desde parámetros democráticos por mucho que algunos analistas políticos se empeñen en vender esta idea. Los ciudadanos europeos prácticamente no han tenido nada que ver en la construcción europea. Es más, se nos ha hurtado sistemáticamente la posibilidad de una mayor participación ciudadana. En algunos casos, retirando incluso la posibilidad de que los ciudadanos pudieran dar su opinión sobre decisiones tomadas en reuniones cerradas o regateando, de forma descarada, decisiones tomadas en referéndums vinculantes como el celebrado en Irlanda para la ratificación del tratado constitucional europeo. No se me olvidará la vergonzosa campaña que se hizo en España a favor del sí de este tratado, tratando casi de ignorantes e irresponsables a las personas que defendíamos otra Europa más democrática, en la que los ciudadanos no estuviéramos al margen. En otros tiempos solían disimular pero ahora no. Ahora son capaces de incluir en el nuevo pacto entre la élite una fórmula que impida la ratificación del acuerdo en referéndum (excepto la «purista» Irlanda según Miguel Mora en El País). Que los ciudadanos den su opinión, al menos, en un referéndum es de puristas. Y mientras, reunión tras reunión, cumbre tras cumbre, seguimos viendo, desde la lejanía, cómo se construye esta Europa de los mercaderes, y tenemos lo que permitimos que decidan: austeridad.