Alberto Ruiz Gallardón ha jurado su cargo mientras la policía nacional y local impedía el libre acceso a la Plaza de la Villa a cientos de madrileños, que querían expresar su malestar con la situación política actual. Un movimiento pacífico de personas, demostrado a lo largo de un mes lleno de protestas, de reflexión, de propuestas y de acción sin apenas incidentes violentos en todo el estado español. A pesar de la naturaleza pacífica de este movimiento, Gallardón y el Ministerio de interior han blindado las entradas a la plaza con policías. No sé si para evitar que su juramento se viera enturbiado por el ruido ensordecedor de la cacerolada, que le tenía preparada la ciudadanía, o para crear contextos de violencia donde la policía pudiera actuar de forma agresiva y, de esta manera, asociar a un movimiento netamente pacífico imágenes de violencia que ayudaran a desacreditarlo. Independientemente, qué miedo tiene la clase política a la libre expresión de los ciudadanos.