Uno de los riesgos del movimiento ciudadano que se expande por toda España pasa por la usurpación de sus propuestas por los partidos políticos. Es la manera que tienen de desactivarlas: hacerlas suyas, prometer estudiarlas, comprometerse a llevarlas a cabo o cualquier otra fórmula que sirva para arrebatarlas de su fuente original. No se les está pidiendo que las estudien ni que las valoren. Se exige que se hagan. No son los partidos políticos quienes deciden lo que hay que hacer sino los ciudadanos (organizados a través de órganos de participación y decisión como las asambleas) y esto es lo que no entienden los políticos de la vieja guardia, habituados a hacer y a deshacer a su antojo, sin necesidad de ofrecer ninguna explicación a los ciudadanos. Ahora, preocupados por las dimensiones que están alcanzando las concentraciones multitudinarias en toda España, los partidos políticos intentan situarse cerca de los manifestantes y controlar su discurso. Si lo consiguen, adiós muy buenas.