Aznar dice que le llama la atención que «muchos pierdan el día en ocuparse de mí con la mayor intensidad posible» y tiene toda la razón. Algunos se rasgan las vestiduras por las declaraciones extemporáneas que rebuzna periódicamente cuando realmente solo es lo que aparenta ser: un bocazas, un pintamonas, sin ninguna influencia para perjudicar a España, por muchas conferencias en Georgetown o en otras audiencias donde tienen el mal gusto de invitarle. En esto se ha quedado el que fue presidente de España durante dos legislaturas, una de ellas con mayoría absoluta. En un bocachanclas que solo sale en los periódicos por sus exabruptos intelectuales. Es la única manera que ha encontrado de «estar en el candelero».