La fascistización sigilosa

Es habitual que ciertos sectores de la izquierda subestimen a la derecha más dura y extrema, a pesar de que la historia nos pone en alerta sobre hasta dónde son capaces de llegar. Es fácil mofarse de las fanfarronadas y extravagancias de los militares jubilados, que han firmado varios manifiestos y cartas contra el actual gobierno de coalición, pero la realidad sociopolítica actual obliga a percibir estas acciones de una manera más seria. La cuestión no está en el número de militares firmantes ni en su edad ni en su bravuconería sino en el hecho de que hay millones de españoles que están de acuerdo con lo que expresan. Que los partidos en el gobierno conforman un entramado socialcomunista, o que la unidad del estado español está amenazada por los nacionalismos, o que se sigue la agenda de comunistas, terroristas e independentistas, son ideas que forman parte del marco interpretativo de la realidad de millones de españoles. La fuerza de los manifiestos no está en lo que dicen sino en los apoyos recibidos por parte de la sociedad.

Los frentes abiertos por la derecha más agresiva son variados. La educación y el adoctrinamiento, la sanidad y el aborto o la eutanasia, la política y el autoritarismo de los comunistas o el romper España de los independentistas, la pandemia y las mentiras del gobierno, la justicia y el guión totalitario de los socialcomunistas. Cada acción del gobierno es respondida como un agravio. Es una crítica constante, virulenta y feroz. Esta riada de agravios permite ocultar la idea de sociedad que está detrás de la ideología de los grupos de extrema derecha. Son tantos frentes abiertos que impiden pensar porque todos ellos van dirigidos a las vísceras y a la efervescencia emocional. No es que se apruebe una nueva ley de educación, sino que es aprobada por un gobierno socialcomunista [marco interpretativo] por lo que va dirigida al adoctrinamiento [conclusión propia del marco]. No es que se vaya a aprobar una ley que regule la eutanasia sino que es elaborada por un gobierno totalitario [marco interpretativo] que secuestra el debate social [conclusión propia del marco]. La extrema derecha ha construido marcos de forma muy eficaz de los cuales los sectores afines solo tienen que extraer los corolarios que dichos marcos les evocan de forma natural.

Este tipo de marcos se construyen a partir de creencias erróneas y estereotipos que forman parte de la ideología de los simpatizantes y militantes de la derecha. En el caso español la asociación del comunismo con el totalitarismo o la falta de libertades se produce no por una experiencia directa y sufrida por la sociedad sino por un relato construido para perfilar al enemigo y justificar cualquier acción que se pueda hacer contra él. La fuerza del relato, repetido constantemente durante más de 40 años, es asimilado por una gran parte de la sociedad, y sirve como palanca de apoyo para poner en marcha cualquier campaña de descrédito contra aquellos definidos como antagonistas de la izquierda. Las campañas son simples. Se define algo de una determinada manera, por ejemplo, gobierno socialcomunista, para sacar los frutos de años de asociación interesada. El anticomunismo español bebe de un relato en contraste con la experiencia directa de la sociedad española con el fascismo y sus múltiples caras durante la dictadura franquista. Esta es la fuerza de los relatos, que se imponen sobre las experiencias.

El contexto actual además favorece que se fijen determinados marcos interpretativos de la realidad. Los medios de comunicación de la derecha han servido de altavoces de estos planteamientos pero sin una estructura no hubiera sido suficiente. Alrededor de estos medios se aglutinaron decenas de personas, periodistas y políticos, dispuestas a romper lo que llamaban el pensamiento políticamente correcto, que básicamente consistió en recuperar viejos relatos y darles una mano de pintura nueva y oponerse a todo lo que provenga de los antagonistas. Además los movimientos identitarios fueron cobrando fuerza, no solo en el estado español sino en toda Europa, junto con grupos de la extrema derecha clásica española que fueron haciéndose cada vez más visibles, protagonizando acciones como el asalto a la librería Blanquerna de Madrid, alrededor de asuntos también clásicos como los otros nacionalismos y el independentismo. La aprobación del Estatuto catalán en el año 2006 fue una fecha clave para la movilización y ampliación del campo de acción por parte de estos sectores. Personas no radicalizadas fueron captadas a partir de las campañas contra los otros nacionalismos [vasco y catalán]. Sus críticas al nacionalismo convivían sin percepción de contradicción con el fortalecimiento de un nacionalismo español cada vez más agresivo e intolerante.

Sin darnos cuenta estamos viviendo un proceso de fascistización de la sociedad. No de toda la sociedad pero sí de una parte importante que ha optado por la crítica furibunda e irracional, el nacionalismo extremo, el desdén por los derechos humanos como el de los inmigrantes, refugiados y personas pobres, la identificación de un enemigo representado en los comunistas, socialistas, feministas e independentistas, el uso malicioso de las redes sociales para la propagación de mentiras y manipulaciones, el enaltecimiento de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado y del ejército y la solicitud para que actúen contra los enemigos nombrados, las rígidas y agresivas posturas contra la inmigración y el control de fronteras, o sobre el cumplimiento íntegro de las penas de cárcel y el endurecimiento del código penal, la defensa de los intereses de corporaciones privadas en asuntos públicos como la educación y la sanidad, el desprecio y el odio dirigido a personalidades de la cultura que se alejan de sus planteamientos reaccionarios, el debate emponzoñado y virulento, la apología de actos violentos, el menosprecio de las víctimas y la reivindicación del machismo tras una falsa apariencia igualitarista y el apoyo a las medidas de pauperización del empleo. Es en este contexto en el que habría que interpretar los manifiestos y otras proclamas de determinados sectores de la derecha extrema.

Los más visibles son los más radicalizados pero detrás de estos está el aliento de millones de personas que participan del núcleo de sus planteamientos, que comparten críticas y que se sienten cada vez más empujados a la acción o a la aprobación de los que se espera que actúen. La dialéctica de los puños y las pistolas de los años 30 del siglo pasado ha evolucionado, apoyada por una parte importante de la sociedad. Vivimos un proceso de fascistización lento y progresivo y para poder enfrentarlo, lo primero es reconocerlo.

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