La disposición final segunda de la ley de economía sostenible, denominada «ley sinde», que probablemente se aprobará en el día de hoy, es miope y hipermetrópica, si se quiere echar mano de términos ópticos. Ni es capaz de ver de lejos (hacia donde va el mercado de la distribución cultural) ni de cerca (los cambios que ya se han producido). La incapacidad de una industria caduca para adaptarse a los cambios y el intento de mantener sus márgenes de beneficios están detrás de su redacción. La presión de los lobbies culturales, de las multinacionales y del gobierno estadounidense a favor de la aprobación de esta ley ha sido exitosa al encontrarse como ministra a una representante de sus intereses, Ángeles González Sinde. Aún así, esta más que probable «ley» no tiene ningún futuro. La realidad está muy por delante de cualquiera de sus planteamientos y terminará arrollándola y convirtiéndola en un torpe intento de mantener un modelo de negocio ya superado.
